En “Londres Bajo Fuego” (USA, 2016), esta secuela de la política e ideológicamente complicada “Ataque a la Casa Blanca”(USA, 2013), se toma como punto de partida nuevamente un suceso exacerbado de violencia para construir, desde las leyes más tradicionales del género de cine de acción, una película que sólo busca entretener, y, que lo logra.
En el arranque Mike (Gerard Butler) es representado a partir de la idea del empleado ideal, que siempre ha respondido con creces y con una clara noción de servicio sin cuestionar nada sobre aquello que se le pedía, con otras metas para su vida.
Esperando con su mujer un hijo, cree que lo mejor que puede hacer para acompañarla en el proceso, y sabiendo que siempre está exponiendo su integridad en cada misión que le asignan, es renunciar a su cargo.
Butler es mostrado como tosco, apático, claros rasgos del superhéroe de acción que luego encaminará el destino de una nación y del mundo hacia un lugar de iluminación y salvación, pero que en esta oportunidad intentará reflejar otros puntos de su personalidad para, así, representar el momento en el que el personaje se encuentra.
El guión lo muestra una y otra vez frente a la pantalla de una computadora, redactando un mail en el que explica los motivos de su renuncia. El cursor va y viene en el procesador de texto, y el cuerpo del correo va tomando algunos puntos a desarrollar que, en apariencia, terminarán por desaparecer cuando un llamado lo alerte de la imperiosa necesidad que vuelva a tomar parte en el ejercicio de proteger, salvar, ayudar para poder así impedir la inestabilidad mundial.
El director Babak Najafi, con una prolífica carrera en Suecia, no es Antoine Fuqua (“Ataque a la Casa Blanca”), quien en la primera entrega de la saga de Mike dotaba al filme de una atomósfera pro patria que terminaba por ensuciar la dinámica historia que habían imaginado Creighton Rothenberger y Katrin Benedikt, Sus raíces Iraníes le permiten configurar un halo realista detrás de la propuesta, reforzando el guión de los mismos Rothenberger y Benedikt, a los que se suman Chad St. John y Christian Gudegast, para imaginar una historia que parte de una idea simple y sencilla.
La misma responde a la pregunta ¿qué pasaría si los principales líderes del mundo son ejecutados? Así “Londres Bajo Fuego” traslada su acción a la ciudad británica, en la que Mike deberá, junto a la agente Lynne (Angela Basset), de un momento para otro, y en medio de su reflexión sobre abandonar el servicio de inteligencia para ser padre, proteger al presidente de Estados Unidos (Aaron Eckhart), quien se verá involucrado en los sucesos que tienen en vilo a la comunidad mundial.
La idea de destabilizar los gobiernos, para así promover la venta ilegal a nivel mundial de armas, es una problemática tan real como presente en la agenda mediática de mucho de los medios de comunicación alrededor del mundo, razón por la cual “Londres Bajo Fuego”, además de presentar una historia llena de acción, en la que el superhombre de carne y hueso debe defender a todos y todas con su inteligencia, fuerza, y, principalmente, su capacidad para huir de aquellos lugares complicados, será tan solo la excusa para poder, en el fondo, contextualizar y potenciar su propuesta.
¿Hay lugares comunes?, sí, muchos, ¿hay un exceso de la idealización de los valores? pro Norteamérica, también, ¿entonces qué es lo que hace atractiva a esta historia que ya se ha visto miles de veces?, básicamente su capacidad de entretener y de originar el siempre buscado placer de género, en donde cada estamento y capa que el guión presenta es una posibilidad para avanzar en una historia que adolece de muchas cuestiones, pero que, en el fondo, cumple con sus premisas.