Un experimento cinematográfico no siempre se puede englobar dentro del cine experimental, por eso Longchamps sólo se podría ubicar en el terreno de lo primero, un simple experimento, insípido y apenas tolerable. Filmada en un solo día, ubicada en una única locación, presuntamente de la zona a la que hace referencia el título, y basándose en improvisaciones de un grupo de actores en formación, el film deambula dentro de una pobre excusa argumental, que en todo su transcurso no logra alcanzar ningún tipo de asidero.
Según reza la información, la película se llevó a cabo a través de una idea técnicamente ingeniosa, con ocho tomas de una hora de duración registradas simultáneamente en distintos espacios de esa casa que es el epicentro de las alternativas del film. La idea central aúna una nueva guerra mundial con partituras de Béla Bartok, y sólo acumula situaciones confusas y diálogos reiterativos y absurdos. La experimentación en el cine siempre es bienvenida,
pero en este caso el resultado es insostenible y no justifica su estreno al público. Aún así, o precisamente por todo lo apuntado, quizás Longchamps
llegue a ser considerado un film de culto. Todo es posible.