El arte del buen reciclaje
A partir de múltiples y variadas referencias, el guionista y director de culto Rian Johnson (Brick, Los estafadores y un par de episodios de Breaking Bad) construye un ambicioso y bastante logrado film de ciencia ficción que encuentra en los viajes en el tiempo su principal sostén y razón de ser.
Podríamos decir que la película arranca como un noir futurista a la Blade Runner, sigue con un hombre del futuro (nada menos que Bruce Willis), que regresa a la actualidad de la trama (2042) desde el año 2072 para arreglar algo y evitar así una tragedia (aquí la huella de Terminator es indeleble), sigue como un western a-lo-John Ford y Anthony Mann (hay también algo de melodrama familiar con el personaje de Joseph Gordon-Levitt cuidando al de Emily Blunt y a su hijo) y termina con algo del existencialismo, la grandilocuencia y la metáfora obvia del M. Night Shyamalan de Señales.
Hay más, muchos más, en este reciclaje cinéfilo-literario que propone Johnson (Niños del hombre, La jetée/12 monos, El origen, El mago de Oz, Jorge Luis Borges y siguen las firmas), pero no por eso estamos ante un film sin ideas ni vuelo propios. Es más: una mixtura de tantas citas y referencias no tiene por qué terminar en el mero regodeo o el capricho vacuo si la historia en sí adquiere sentido, coherencia y fluidez. Y en Looper -como en el cine de Quentin Tarantino, otro “reciclador” de primera línea- hay gracia, tensión y, en ciertos pasajes, hasta genuina emoción.
Que son varias películas en una, que el que mucho abarca poco aprieta, que el desenlace es un poco over the top… Todo eso es cierto, pero en una industria como la hollywoodense, que es capaz de hacer una película (y luego una saga) a partir de un concepto mínimo e ingenioso (ver Ted, que me encanta, pero es eso) apreciar el delirio, la audacia por momentos desmedida y algo caótica de un Rian Johnson, es motivo suficiente como para celebrar.