EL TIEMPO NO CURA NADA
Los viajes en el tiempo son un interesante recurso para contar buenas historias de ciencia ficción. Pero meterse con las variaciones cronológicas y sus paradojas puede ser algo muy riesgoso. En LOOPER: ASESINOS DEL FUTURO sólo basta con un manotazo de un enojado Bruce Willis contra una mesa seguido por un “¡No importa!” para que dejemos de preguntarnos acerca de las reglas de este mecanismo en el film . El director y guionista Rian Johnson ha dicho que en esta película no son importantes los viajes en el tiempo en sí, sino las vivencias de los personajes a partir de este recurso. Y en el film, eso queda bien plasmado en ese golpe furioso de Willis, que hace de Joe, un viejo asesino que regresa en el tiempo y se encuentra con su versión joven, interpretada magistralmente por un Joseph Gordon-Levitt con la cara cubierta de unas horribles e innecesarias prótesis faciales. Pero tras un inicio prometedor, la cosa empeora.
La película tiene un buen comienzo , en el que se muestra ese mundo en el que trabajan los loopers, cuya tarea es matar a la gente enviada desde un futuro aún más lejano por la mafia. El funcionamiento de estos asesinos a sueldo es explicado por una voz en off del Joe joven, un recurso que, por momentos, resulta redundante e injustificado. Sin embargo, el mundo ideado por Johnson es una construcción sólida y lo suficientemente atrayente como para ser un interesante punto de partida. Por eso es una pena que no haya logrado desarrollar esa buena idea: el comienzo, con todos sus originales detalles, se diluye con la aparición del desabrido personaje de Emily Blunt y el misterioso niño de la granja. Ahí, el guión deriva en una trama ridícula y forzada, tan artificial como las prótesis que Gordon-Levitt usa para parecerse al viejo Willis.
Es en ese momento cuando la historia, que había iniciado con fuerza, se estanca. Hay ciertos momentos de sentimentalismo (ej: los recuerdos del Joe viejo) que no encajan y una secuencia casi autoparódica en la que Willis mata a un montón de enemigos, en lo que parece ser una descolgada escena/chiste de THE EXPENDABLES. La decepcionante conclusión del film se siente exigida, como si el director se obligara a cerrar el loop de su propia historia luego de darse cuenta de que estaba algo perdido.