No hay mejor fuga que escapar hacia adelante
Sumamente valorada, a este crítico Looper le parece un híbrido derivativo, pensado y armado de a pedazos no del todo congruentes. Escrita y dirigida por el igualmente estimado –igualmente sobrevalorado, según quien escribe– Rian Johnson (Maryland, 1973), esta historia de viajes en el tiempo es (o quiere ser, o le sale ser) trágica, autoparódica, negra, pop, clásica, melodramática-familiar, lúdica, solemne, caricaturesca, realista, despiadada, sensiblera, de culto y para todo público. Sería estimable si fuera todo eso junto y a la vez, y no sucesivo y desmembrado. Aunque hay quienes sostienen lo contrario. Así que el crítico se reserva el margen de autosospecha de rigor. Tal vez cuando la vio estaba en un mal día, cruzado, malhumorado y enroscado. O el día era bueno y la película no.
Como saben disc-jockeys y hermeneutas del tecno, un loop es un bucle. Por eso a los protagonistas de esta película se los llama loopers. Fríos asesinos profesionales, a mediados del siglo XXI matan por contrato, viajando hacia atrás en el tiempo y volviendo luego al futuro. El sistema funciona: nada más difícil que atrapar a quien, cuando la policía se pone a investigar, ya está treinta años adelante. Aunque no funciona tanto para los propios loopers, cuya vida útil es más breve que la de una top model: llegado un punto, otro looper los asesina. Cuestión de borrar información comprometedora. Hasta puede suceder que el que venga a matar a un looper sea él mismo en el futuro, paradoja ficcional-temporal propia del subgénero “viajes en el tiempo”. Que le pregunten si no a Terminator por John Connor. Sí, claro, Terminator es uno de los fantasmas que la película de Rian Johnson no puede (o no sabe, o no quiere) ahuyentar. Así como también Niños del hombre (en ambos casos, por la idea de asesinar y/o salvar a un salvador y/o asesino del futuro) y, tal vez, Un mundo perfecto, por la relación padre-hijo entre un niño desvalido y un asesino protector. O lo contrario.
Una película llamada Brick convirtió a Rian Johnson, a mediados de la década pasada, en wonder boy instantáneo. El crítico no vio esa pero sí la siguiente, The Brothers Bloom, editada aquí en DVD con el título Los estafadores. Le pareció un híbrido pop sub-wesandersoniano, mezcla de La vuelta al mundo en 80 días, de Michael Anderson, con La vuelta al día en 80 mundos, de Cortázar.
El cruce de dandysmo y melancolía reaparece aquí. Ver, por un lado, el gesto pop de convertir al Joe de Joseph Gordon Levitt en un viñeta de comic, con prótesis nasal digna de Nicole Kidman en Las horas, jopo engominado y semisonrisa cool y ladeada. Pronto se comprende que, por razones argumentales, el muchacho está practicando una imitación de Bruce Willis, que durante la primera mitad de la película se mantiene ausente.
Como castigo por un grave descuido, el despiadado jefe de los loopers (Jeff Daniels, en plan mafioso) encarga al protagonista una misión final. Allí, Joe joven y Joe viejo se verán las caras, comenzando una doble persecución que insume el resto de la película. Truéquese a la Linda Hamilton de Terminator por una Emily Blunt de reflejos rubios, a John Connor por un chico llamado Cid y a Schwarzenegger por Bruce Willis y se obtendrá lo que falta.