Si a falta de propuestas originales, el cine de ciencia ficción ha perdido cada vez más tiempo de pantalla, el 2013 tiene en cola una decena de grandes tanques que, se espera, supongan una transfusión de sangre a un género que ha perdido vitalidad. Sin contar la presencia de RoboCop y Star Trek Into Darkness, es decir una remake y una secuela, el próximo año verán la luz Pacific Rim, de Guillermo del Toro, Elysium de Neill Blomkamp, Gravity de Alfonso Cuarón, After Earth de M. Night Shyamalan, adaptaciones como Ender's Game y Oblivion, y hasta una comedia con tintes apocalípticos llamada The World's End, a cargo del genial Edgar Wright. Tras la desilusión que supuso la Prometheus de Ridley Scott, es Looper el prólogo perfecto a estos doce meses cargados de sci-fi. Se trata de un nuevo trabajo de Rian Johnson, quien entrega una vez más un film original que, aún con sus aspiraciones de un público masivo, se convierte en un clásico instantáneo de culto.
Hay en Looper una cuestión que, en favor de la crítica y del buen visionado, es necesario señalar rápidamente. Ocurre que, como cualquier película que se adentre en los viajes en el tiempo, es difícil sostener una línea lógica si uno se pone a indagar en las vueltas de la trama. Con habilidad, Johnson pone en labios del viejo Joe la solución que permita franquear esta dificultad: discutir sobre los viajes en el tiempo es inútil porque implica una espiral de argumentos de la cual no hay forma de salir. Al blanquear esta cuestión, es fácil entrar en el inteligente juego que propone el realizador, un hombre que conoce de géneros y que explota los límites de la ciencia ficción con un apasionante relato en que un hombre caza a una versión diferente de sí mismo.
Hollywood necesita desesperadamente de mentes creativas como la de Rian Johnson. Cuando las historias frescas escasean, lo publicable se piensa en términos de posibles adaptaciones y las películas reciben luz verde si hay secuelas en el camino, un director capaz de entregar piezas de género salidas de su propia pluma es todo un hallazgo. Más aún si ofrece resultados como los que se encuentran en su último trabajo, a base de un presupuesto considerablemente inferior al de otras producciones similares y con iguales pretensiones artilleras. Johnson presenta un doble futuro distópico, introduce al mismo personaje en dos etapas de su vida y elabora junto a ellos complejas líneas temporales con la reescritura inmediata como su criterio fundamental, sin perder una pizca de ritmo o potencia narrativa. Para esto dispone de un guión escrito con conocimiento de causa, de diálogos y personajes fuertes -con el antihéroe como valor central-, pero con la picardía de saber cuándo evitar un peligroso enredo, así como con dos estrellas en notables interpretaciones. El peso de Bruce Willis como gran figura del cine de acción adquiere toda su dimensión con una caracterización de tantos matices, que incluye un paso desde la comedia y el romance hasta la violencia pura y dura para mantenerse con vida. Es también la interpretación de Joseph Gordon-Levitt la que se destaca con creces, con las prótesis faciales que dejan de notarse cuando se funde con el Joe joven, cuando el trabajo de ambos actores se convierte en el de uno solo.
Del mismo modo que ocurría con la anterior película del director, The Brothers Bloom, en su última media hora esta pierde algo de su fuerza. Será el mal de The Walking Dead, pero trasladar la acción al campo se traduce en una resolución con menor velocidad, que además se concentra en el aspecto más discutible del certero guión. Por fuera de esto, es evidente que el cine necesita y mucho de autores como Rian Johnson y Looper sólo viene a confirmarlo. Con mano firme lleva un argumento sólido y original, dirige a un pequeño grupo de actores para obtener lo mejor de cada uno y construye una realidad paralela con sencillez pero con enorme potencia visual. En resumidas cuentas logra, con una historia que tiene al tiempo como baluarte, ofrecer un clásico atemporal.