“Los ocho más odiados”: Un western diferente
Luego de una pre producción accidentada (que incluyó retrasos y filtración del guión) finalmente Quentin Tarantino estrena su última producción. Sabemos que al director le gusta experimentar con varios géneros, por lo que es algo inusual que repita un western como ya lo hizo en 2012 con “Django Desencadenado“. Pero este es un western sin desierto y con nieve, con personajes siguen siendo los típicos muchachos inescrupulosos y violentos que el director suele brindarnos.
Cazarecompensas, soldados y verdugos se ven atrapados durante una tormenta de nieve en una posada aislada y de a poco conocemos sus diferencias. El frágil equilibrio que permite la convivencia no podrá más que romperse de un momento a otro. Nuestro protagonista es un viejo conocido en el mundo de Tarantino, Samuel L. Jackson, quien interpreta al Mayor Warren, quien corre con una gran desventaja: es un negro viviendo una época de la segregación y donde suele ser el blanco del odio de veteranos perdedores de la Guerra Civil estadounidense. Sin embargo es un cazarecompensas respetado y su incómodo colega John Ruth (Kurt Russell) le permite viajar con el y su prisionera Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh).
La historia es larga y lenta, con mucho diálogo y tensión implícita que intenta reflejar la impaciencia de los personajes encerrados a esperar que pase la tormenta. Es extraño, cuando el director nos acostumbró a solucionar todo rápida y violentamente. Cuando está tensión finalmente explota, no lo hace en una forma tan espectacular como para compensar la lentitud de gran parte de la película. La parte violenta es más gore que parodia, aunque seguramente nos recordará a “Kill Bill” o a “Bastardos sin Gloria” pero con personajes que no son tan carismáticos. Si uno conoce al director le quedará la incómoda suspicacia de que se está copiando a sí mismo y que no es la primera vez.
Pero si vemos sólo está película como una obra particular, estos asuntos podemos pasarlos por alto y remarcar lo bueno, que no es poco. No sólo la música de Ennio Morricone es una genialidad sino que encontramos una película visualmente hermosa. Los planos no pasan muy rápido ante nuestros ojos y eso nos hace apreciarlos incluso más que usualmente. Hermosos paisajes y composiciones sangrientas se intercalan entre la calma y el impacto visual. Quizá demasiada calma para mi gusto en la primera mitad.
El gran error parece ser que algunos personajes no son muy simpáticos al público. No nos enamoramos de ellos como lo hicimos de Vincent Vega, Shoshanna o Mr. Pink. Si tuviéramos un personaje tan impactante como aquellos, el exceso de diálogo o de tiempo poco importaría. Es más, sería una bendición, quisiéramos saber todo de ellos. Pero en este caso, esa conexión no termina de forjarse. Es una típica película de Tarantino a la vez que no lo es. Sin embargo, queda bastante lejos de las genialidades que sabemos es capaz, y es una lástima.