Los Ocho más odiados: un relato que desde el pasado, habla del presente
Qué pasa al reunir ocho excéntricos en una misma habitación
Los Ocho más Odiados (The Hateful Eight, 2015) es el último largometraje del reconocido guionista y director Quentin Tarantino. El título de la película se debe a una diligencia con cuatro pasajeros: John Ruth conocido popularmente como “El colgador”-interpretado por Kurt Russel-,su prisionera por quien espera cobrar su recompensa Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh), el Major Marquis Warren (Samuel L. Jackson)-otro casa recompensas- y por último Chris Mannix, un renegado que se presenta como el futuro Sheriff de Red Rock, ciudad a la cual se dirigen. Debido a la tormenta de nieve en el estado norteamericano de Wyoming los pasajeros de la diligencia deben detenerse y esperar en “La Mercería de Minnie”, en donde se encontrarán con otros cuatro hombres. Entre estos hombres se haya Bob- un mexicano que aparentemente ha quedado a cargo del lugar mientras Minnie no se encuentra- Joe Gage (Micheal Madsen) y Oswaldo Mobray (Tim Roth). En consecuencia, lo que comenzó como un viaje solitario entre Ruth y Daisy terminará siendo una especie de odisea para llegar a Red Rock en donde se supone Daisy debe ser colgada. Daisy, esta mujer rebelde y alocada en ese universo masculino en el cual no es considerada una dama, nos remitirá a la Carrie (1976) de Brian De Palma, ya que su rostro parecerá, sobre todo en dos oportunidades, una máscara de sangre. Salvo las escenas iniciales de la diligencia en la nieve la acción transcurre en su totalidad en una misma habitación- iluminada de forma muy teatral con acentos- donde la verborragia y los diálogos estarán siempre presentes. Hasta este film, Il grande Silenzio (1968) era el único western con un escenario nevado, éste sin dudas ha influenciado a Los Ocho más Odiados al mismo nivel que The Thing (1982), una comparación realizada por el director. Un estilema de Tarantino es utilizar un vestuario de época pero con ciertas transgresiones, que en la mayoría de los casos suceden a través de las telas o el color, rasgo que en este film se hace muy presente.
Tarantino cada vez más cerca del western
En dicho relato que como la mayoría de las originales historias “Tarantinianas” posee una narración anacrónica con vaivenes temporales, se inscribe dentro del subgénero del spaghetti western pero con un aditivo de misterio y esa comicidad sarcástica que caracteriza al director. Se considera que puede dividirse a grandes rasgos la filmografía de Tarantino en tres periodos: un periodo inicial compuesto por una “violencia urbana y contemporánea” y cuyos largometrajes representantes son Reservoir Dogs (1992), Pulp Fiction (1994) y Jackie Brown (1997). Seguido de un segundo periodo cuyos filmes pueden enmarcarse temáticamente por la venganza: Kill Bill volumen I y II (2003-4), y Death Proof (2007). Este segundo periodo a su vez establece una transición hacia un nuevo estilo dentro de su cine, en el cual la venganza seguirá presente pero no desde lo personal, sino desde las diferencias culturales y la xenofobia. En esta tercer fase se encuentran Ingloriuos Bastards (2009), Django Unchained (2012) y The Hateful Eight, en todos ellos el género del western estará presente desde distintos aspectos. En Inglorius Bastards desde una reescritura del spaghetti western, en Django Unchained y su último film desde un spaghetti western más cercano al subgénero propiamente dicho, pero por supuesto con las transgresiones que todo film de Quentin presenta. Según Eric Kohn “(…) The Hateful Eight recuerda a Reservoir Dogs situada en el mundo de Django Unchained”. Los aspectos del western estarán acentuados por una musicalización a cargo del célebre Ennio Morricone (quien ha trabajado con Tarantino desde Kill Bill) un experto en componer “sonido oeste” generando climas únicos. Además hay tres temas principales del soundtrack a los que debemos prestarles particular atención ya que están en estrecha relación con el contenido del film y la anticipación de la intriga: “Apple Blossom”, “Jim Jones at Botany Bay” y “There Won’t Be Many Coming Home”, con el cual concluye el film y ha formado parte del soundtrack de la película The Fastest Guitar Alive (1967), la cual también estaba históricamente vinculada a la Guerra Civil Norteamericana. A diferencia de otros filmes de Tarantino aquí la banda sonora está en un segundo plano y no a la par de la imagen, como sucedía por ejemplo en Django Unchained.
El compendio del pasado y la actualidad norteamericana desde la xenofobia
Este film filmado en 70mm (un formato bastante apaisado) y con Ultra Panavision –que cuenta con dos versiones la que podemos ver en el cine en Argentina y una versión extendida que cuenta con una obertura y un entremedio- tiene como contexto los años posteriores a la Guerra Civil norteamericana y batallas como la de Baton Rouge. Como en varias de sus narraciones este film está estructuralmente dividido en seis capítulos, cuyos títulos sintetizan todo su contenido. En un relato donde las diferencias culturales y la xenofobia están presentes en todo momento compuestas por pares dualistas como: negros y blancos, sureños y norteños, norteamericanos y latinos, hombres y mujer(es). El mundo diegético presentado en Los Ocho más Odiados habla de conformación del estado norteamericano, haciendo referencia a las batallas con los “pieles rojas” (los indios nativos) y los conflictos entre blancos y negros. Con un blanco como Mannix que dice: “cuando los negros tienen miedo, allí los blancos están seguros”, y como un negro como Warren que posteriormente replica: “cuando un negro está a salvo es porque un blanco está desarmado”. En consecuencia, una lectura que puede hacerse sobre el film es que no sólo habla del pasado de Estados Unidos, sino también de su presente, ya que también se muestra cierto recelo hacia en este caso los mexicanos, pero esto podría abarcar a cualquier latino o inmigrante. Haciendo así un resumen de aquellos que representaban un problema para la creación de un “genuino” estado norteamericano: primero los indios, luego los negros y ahora los latinos. No obstante, algo que evidencia el film es que los recelos del pasado siguen presentes y las alianzas entre culturas dependerán de las circunstancias. Con un inicio lento hasta llegar a la “mercería de Minnie”, el relato va en crescendo y una vez ha explotado el conflicto no hay vuelta atrás. La disputa se desencadena cuando el personaje de S. Jackson -quien nos deslumbra con su interpretación- cruza el territorio que habían trazado, dividido metafóricamente entre Philadelphia (norte) y Georgia (sur).
¿Un final punitivo?
Por último, con un final que nos dejará pensando sobre todo si retomamos lo esbozado en el tercer capítulo por el personaje Oswaldo Mobray, quien se presenta como el verdugo de Red Rock. Mobray plantea que él cuelga a los bandidos sin emoción alguna, se enuncia como neutral porque para él “una justicia con pasión corre el riesgo de ser injusticia”, entonces es pertinente preguntarse si en el desenlace ¿hay o no justicia? ¿La justicia debe ser apasionada o sin pasión? Se observa como metáfora de esto mismo el cristo autóctono crucificado de madera con el cual comienza el relato. Además aquí los personajes no pueden dividirse de forma dualista como buenos o malos, no son arquetípicos, ni tampoco hay un héroe. Para concluir, en lo personal se considera que la película está muy bien lograda, sus diálogos son muy agudos y complejos, así como también otras sutilezas del relato como una carta de Lincoln o una puerta rota (particularidades que solo a Tarantino pueden ocurrírsele) las cuales parecerán insignificantes pero manejan la intriga. Tarantino con una corta filmografía pero de gran calidad compone este film de forma meticulosa y grandilocuente dejándolo a la altura de sus largometrajes anteriores pero sin superarlos. El director no cesa en demostrarnos que sabe siempre exactamente lo que hace y cómo hacerlo, incluso ha creado su propio lenguaje cinematográfico.