Cuando Quentin homenajea a... Tarantino
En su octavo largometraje, el director de Perros de la calle, Tiempos violentos, Jackie Brown: Triple traición, Kill Bill, la venganza: Volumen I y II, A prueba de muerte, Bastardos sin gloria y Django sin cadenas ratifica el indudable talento que tiene como guionista y narrador, pero cede a la tentación de regodearse con y enamorarse demasiado de su material y sus (auto)referencias. El resultado es un western sangriento (hasta extremos gore) sobre la venganza que se disfruta, pero que resulta mucho menos convincente de lo que podría haber sido sin tantos caprichos.
Uno podría iniciar la crítica hablando del talento como narrador, la brillantez como dialoguista y la cinefilia como religión de Tarantino. Algo de todo eso hay en Los 8 más odiados. Pero también -lamentablemente- mucho de narcisismo, egocentrismo, capricho y regodeo innecesario. Quentin se enamoró demasiado de Tarantino y sus películas -que antes celebraban a los clásicos y al cine clase B- ahora parecen homenajear (y por momentos hasta repetir y parodiar) a los films previos de un director que parece enredado y consumido en sus propias obsesiones, en su micromundo de (auto)referencias. En ese sentido, su más reciente trabajo parece una relectura o reciclaje de Perros de la calle + Bastardos sin gloria + Django sin cadenas.
¿Eso quiere decir que Los 8 más odiados es una película floja o fallida? Para nada. Es un film muy disfrutable para todos aquellos que admiran la impronta y el estilo tarantinesco con varios momentos de GRAN cine. Pero también hay que indicar que resulta menos interesante que sus primeros trabajos y, sobre todo, de lo que podría haber sido con un poco más de rigor y “humildad”. Vamos a continuación con algunas consideraciones sobre las principales decisiones de QT:
-La duración. Esta película ambientada una década después de la Guerra Civil se extiende durante 167 minutos en la versión para salas digitales (y 187 minutos en la que se exhibe en salas con proyección en 70 mm). Como en la Argentina ya no operan esos proyectores en fílmico de 70mm (el Gaumont y el Cosmos, por ejemplo, supieron tenerlos) aquí sólo se puede ver la de 167 minutos, duración que ya de por sí resulta abusiva e injustificada, sobre todo porque buena parte transcurre dentro de una posada en la que se refugian los personajes en medio de una tormenta de nieve. Si bien el virtuosismo de los diálogos tarantinescos, de los encuadres y de las distintas resoluciones (aquí con mucho de gore) hacen que uno pueda pasarse minutos y minutos disfrutando del festín, lo cierto es que las distintas situaciones se extienden mucho más de lo aconsejable. La sensación de capricho y regodeo que indicábamos al comienzo es muy palpable en ese exceso de un cine ya de por sí excesivo por definición y convicción. Es como si QT ya no pudiera contenerse y hacer una película de “apenas” 90 o 120 minutos.
-La filmación en 70mm Panavision con pantalla 2.76 : 1. En su cruzada por mantener vivo el fílmico contra la “dictadura” del digital (allí están también en la barricada sus camaradas Christopher Nolan y Paul Thomas Anderson), QT optó por rodar en ese viejo y anchísimo formato. En el primero de los seis episodios en que se divide Los 8 más odiados (imponentes panorámicas de montañas nevadas de Wyoming, una diligencia que trata de escapar de una tormenta y la música del genial Ennio Morricone en toda su dimensión) la decisión parece incuestionable, pero las dos últimas dos horas de relato transcurren casi íntegramente dentro del refugio y allí la posibilidad de lucimiento en el terreno estético es mucho menor.
-Las actuaciones. Los habituales intérpretes tarantinescos (Samuel L. Jackson, Tim Roth, Kurt Russell, Michael Madsen y en menor medida Bruce Dern, James Parks y Walton Goggins) parecen disfrutar de (y hacen disfrutable) la verborragia casi literaria, pero también se notan algunos desniveles actorales que, de todas maneras, no invalidan el resultado final.
-La violencia (gore). A QT no hay que analizarlo con el manual de la corrección política en la mano (si alguien se indigna por sus excesos mejor esquivar del todo sus películas). Su cine es una exaltación de la violencia (no exenta de sadismo) y los personajes femeninos (aquí el único con buen desarrollo es el de Jennifer Jason Leigh) siempre están reducidos a los designios machistas de los personajes masculinos (que además de misóginos son bien racistas). La propuesta es revulsiva a-la-Sam Peckinpah, pero llega a un gore tan extremo (chorros de sangre, cabezas que estallan, vísceras en primer plano) que la cosa cae directamente en el humor negro de las primeras películas de Sam Raimi y Peter Jackson.
Así, con menor capacidad de sorpresa, con una sensación de que ya filma para los fanáticos e incondicionales conversos a su religión del séptimo arte, el profeta QT construye un western gigantesco en sus dimensiones y ambiciones (con algo de estructura a-la-Agatha Christie en el medio), pero algo menor en su resultado final. Claro que un Tarantino menor (si se permite el adjetivo) sigue siendo más atrapante y fascinante que el 80 o 90% del cine contemporáneo.