Después de todos los traspiés que sufrió tras filtrarse el guión original en la web, finalmente llega el octavo film de Tarantino, un western ultraviolento y verborrágico que, a fuerza de convencionalismos y los elementos más emblemáticos del estilo de Quentin, pretende convertirse en uno de sus clásicos instantáneos.
“Los 8 Más Odiados” (The Hateful Eight, 2015) es la octava película de Quentin Tarantino, como bien se nos recalca en los primeros segundos. Esta vez, el director y guionista echa mano de los esquemas más clásicos del género y nos entrega un western que, por supuesto, pasa por el tamiz de su estética y estilo más característicos. Pero también hay algo extraño.
“Los 8 Más Odiados” son dos películas (tal vez tres) en una y, por momentos, cuesta conciliar las diferencias que aparecen a lo largo de la misma. Sí, estamos acostumbrados a los excesos de Quentin, siempre y cuando encajen a la perfección como, por ejemplo, en la locura desbordada de “Kill Bill”, pero acá decide cruzar una línea que resulta más incómoda que graciosa.
Arranquemos por el principio y una secuencia de títulos interminable que, suponemos, se disfruta muchísimo más en los 70 mm para la que fue concebida, y no en los formatos digitales de nuestras salas. Entendemos el homenaje a los clásicos de Sergio Leone, o incluso el mismísimo John Ford, pero si la hacia más corta, no defraudaba tanto.
Partamos de la base que “Los 8 Más Odiados” es una película de excesos. Exceso de tiempo (167 minutos de los que, tranquilamente, sobran unos 60) y exceso de personajes desperdiciados y exceso de tarantinismos. Claro que no sería una película de Quentin sin sus eternas marcas registradas, pero a veces hay que pensar más en el contenido que en la forma y tratar de no forzar algo que no encaja.
Estamos en Wyoming, unos años seis u ocho años después de la Guerra Civil, donde todavía las cuestiones entre Norte y Sur no se calmaron del todo. Una diligencia atraviesa las nevadas llanuras de camino a Red Rock y, entre los pasajeros se encuentran el cazarrecompensas John Ruth (Kurt Russell) y su presa Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh), una peligrosísima asesina cuya captura vale unos diez mil dólares.
El viaje está cargado de imprevistos. Pronto se suman el mayor Marquis Warren (Samuel L. Jackson) con sus propios negocios a cuestas y Chris Mannix (Walton Goggins), el flamante Sheriff del pueblo. Las sospechas y los recelos no se hacen esperar, pero los tres hombres deberán aprender a confiar entre ellos.
Una tormenta los obliga a refugiarse en la Mercería de Minnie donde ya están guarecidos otros cuatro individuos: Bob (Demián Bichir), un mexicano a cargo de la posada, Oswaldo Mobray (Tim Roth), el verdugo, Joe Gage (Michael Madsen) y el general Sandy Smithers (Bruce Dern).
La situación es incómoda por dónde se la mire. Ruth presiente que alguien intentará liberar a Domergue y no piensa bajar la guardia. Conforme pasan las horas la situación entre los individuos se pone cada vez más tensa y es probable que la mayoría de ellos no llegue a completar su travesía. Sí, todos sabemos lo que va a pasar al final, el asunto es descubrir el ¿por qué? y el ¿cómo?
Es entre estas cuatro paredes donde se lleva a cabo la segunda parte de la acción (esa otra película), la más vertiginosa, sangrienta y, por qué no, desmedida. Acá es donde Tarantino cruza ese “límite” entre la ultraviolencia y el gore que, en seguida, nos recuerda a Sam Raimi y su “Diabólico” (The Evil Dead, 1981), por algún extraño motivo.
“Los 8 Más Odiados”, también, tiene mucho de “Perros de la Calle” (Reservoir Dogs, 1992) y, en esa comparación, esta nueva obra flaquea. La situación no es tan diferente, y ya perdió la originalidad y la frescura de aquel impresionante debut tarantinesco.
Pero a pesar de sus fallas, lo mejor de Tarantino sigue estando presente: sus personajes, sus afiladísimos diálogos, el humor negro y la acción desmedida.
Por momentos, la película es casi teatral y está hecha para el lucimiento de dos o tres personajes en particular, como Samuel L. Jackson y Walton Goggins. Muchos secundarios se destacan, pero la mayoría resultan un tanto desperdiciados, inclusive Roth y su extraña personificación de Christoph Waltz.
Hablar de misoginia en una película de QT parece fuera de lugar, pero como ya dijimos, acá se notan los excesos y muchas veces desentonan. Es el caso de Daisy Domergue que, si bien dista mucho de ser una dama, termina siendo objeto de cierta saña (y violencia) injustificada. Ver a dos mujeres sacarse los ojos en “Kill Bill” no molesta, escuchar a la audiencia reírse porque a una mujer le pegan hasta sacarle los dientes, es totalmente incómodo.
En estos parámetros se mueve el último film de Tarantino. Para algunos será una obra maestra y para otros una película poco lograda. Lo mejor siguen siendo sus parlamentos y la cuidada puesta en escena junto a la narrativa visual, pero en mi opinión está muy lejos de sus mejores películas. “Los 8 Más Odiados” tarda muchísimo en arrancar, y cuando lo hace termina estampada contra el propio ego de su realizador que, acá, desborda demasiado la pantalla.
Dirección: Quentin Tarantino
Guión: Quentin Tarantino
Elenco: Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh, Walton Goggins, Demián Bichir, Tim Roth, Michael Madsen, Bruce Dern, James Parks, Channing Tatum.