Seguro que ésta no es la mejor película de Quentin Tarantino, pero eso no quiere decir de ninguna manera que sea mala.
Cuando uno se dispone a ver un film de este realizador sabe que se va a encontrar con algo atípico, diferente.
El ojo más entrenado (más cinematográfico) encontrará genialidades en planos y puestas. En tanto el espectador medio se quedará únicamente con la historia y por lo tanto no saldrá tan satisfecho.
Es larga, y la primera hora se estira demasiado la presentación de los personajes. Luego se pasa rápido al ritmo de la acción tarantinesca aunque muy dialogada (con grandes y largos monólogos) de todos los personajes.
Y si bien estamos viendo un western, por momentos no lo parece dado a que la gran mayoría ocurre en una sola locación y la división de los actos no está tan clara por ser reemplazada por capítulos.
Pero bueno, tiene algunas secuencias verdaderamente geniales y tan divertidas que te reis a las carcajadas si es que disfrutás ese tipo de humor (grotesco y sangriento).
La fotografía es un 10 absoluto y la banda de sonido (que acaba de ganar un Globo de Oro) realizada por el mismísimo Ennio Morricone, quien ya ha trabajado más de una vez con el director, es fabulosa.
El elenco está muy bien pero en un código llevado al extremo, motivo por el cual parece un poco sobreactuada. De todos modos, el problema es que uno no se logra enganchar con ninguno de los personajes. Algo que resta bastante para este tipo de films.
En definitiva, nos encontramos ante la película que menos se destaca en una filmografía impecable pero que es deber de buen cinéfilo verla, y por sobretodo verla en el cine.