El mejor Tarantino está en su mejor forma. “Los 8 más odiados” potencia las premisas que hicieron del director de “Tiempos violentos” (Pulp Fiction) una estrella extraña de la industria. Tarantino siempre pivoteó con inteligencia entre el negocio y el arte, con productos exitosos, pero sin transigir con el mainstream, contando historias coherentes con su propia estética. Casi como un Woody Allen del pulp, ese género que tan bien recreó en la pantalla grande y en el que la sangre y la miseria suelen cruzar deliberadamente el límite del buen gusto para provocar la risa incómoda y políticamente incorrecta. El director vuelve a reunir esos elementos en una película que evoca una de aquellas historietas policiales que se imprimían en papel barato (las pulp fiction) pero en formato de western. En su segunda incursión en el género, ahora pone a sus personajes en un contexto que sirve de disparador para los conflictos. Como en los grandes relatos de suspenso, todo sucede en un lugar aislado, en este caso una posada en medio de un paisaje helado. Allí un grupo de personajes se ven obligados a convivir sospechando unos de los otros. Tarantino construye un relato impiadoso, crítico y con humor negro, pero que a su pesar (parece sugerir) deja abierta la posibilidad de que las cosas no estén tan mal después de todo.