Película que transcurre en su mayor parte dentro de una casa que parece aislarse de cualquier contemporaneidad, excepto por las noticias llegadas desde la televisión y el sonido de los celulares, Perrone muestra –con un lirismo acumulativo y con sabia atención para los detalles– las rutinas de sus personajes como ritos de estancamiento: la novela a todo volumen, los cortes de pelo, los mensajes de texto. En la casa de Los actos cotidianos hay cierto refugio en la familia frente a un mundo que se adivina hostil, demasiado amplio y ajeno. Y en el particular modo de hablar de Sole, Bebo y su familia se adivina la fragmentación social cada vez más innegable del Gran Buenos Aires.