Observar la espera
La muerte es un tema delicado, y más cuando se convierte en un proceso largo, extendido, desgastante para el enfermo y sus seres queridos. Esto obliga a tener una enorme delicadeza para abordar un tópico sensible pero a la vez cautivante, por la cantidad de misterios que encierra: ¿qué se siente al saber que la muerte está cerca? ¿Cómo enfrentar con dignidad y entereza lo inevitable? ¿Qué implica acompañar en esos tramos finales a la persona que está por partir?
Todos estos desafíos, y hasta alguno más enfrenta Los adioses, documental de Carole Laganière que realiza un trabajo de observación muy sutil y preciso en la Maison Michel Sarrazin, una casa que aloja gente que va a morir. La elección formal de utilizar planos fijos, aparentemente simple, revela en verdad todo un posicionamiento tanto ético como formal: es un disparador para ir explorando el peso de lo espacio-temporal en un lugar donde se adivina que cada acción puede ser la última y en el que los cuerpos están impregnados de una carga particular, donde conviven lo inasible con lo palpable, lo que sigue aquí y lo que está por irse, siempre con un decidido pudor y respeto por quienes están en pantalla.
Ese pudor, ese respeto, esa puesta casi invisible pero en la que se nota cierta fascinación por lo que se está contando, es lo que permite que en esas esperas por lo inevitable se vayan insinuando pequeñas historias marcadas por afectos apenas esbozados, miedos tangibles a través de gestos y miradas, instancias de humor muy negro -como cuando se bromea sobre una enferma que “no tiene más kilos por perder”-, incluso objetos y criaturas que en sus apariciones adquieren significaciones tan inesperadas como lógicas. Hasta se podría decir que Los adioses es una película sobre profesionales, por la forma en que contempla distintos procedimientos y rutinas, como puede ser el baño y limpieza de un enfermo.
No es casualidad que Franca González, realizadora que el año pasado estrenó dos muy buenos documentales como Tótem y Al fin del mundo, sea coproductora y directora de fotografía de Los adioses. La voluntad por darle materialidad al tiempo a través de las imágenes -cumpliendo de esta manera con una función ineludible del cine-, por brindarle entidad a ese espacio con sus fuertes resonancias como es la Maison Michel Sarrazin, por rastrear relatos de manera paciente y pausada, se enlazan de manera potente con la filmografía de la cineasta pampeana. Laganière podrá ser canadiense, pero el vínculo que establece con González trasciende fácilmente algunas arbitrarias fronteras. En el fondo, lo que importa son determinadas sensibilidades.