Daniel Gimelberg volvió a ponerse detrás de la cámara después de diez años, esta vez con una comedia dramática y con un tema complejo como es la adopción. En este caso se trata de una pareja interpretada por Diego Gentile y Rafael Spregelburd, que después de una década de convivencia y promediando los 50 años se encuentran con su plácida vida patas arriba a causa de la decisión de uno de ellos de convertirse en padres.
En la línea de la comedia clásica, Gimelberg ofrece una narración fluida, con las dosis exactas de emoción y humor, con ideas claras a la hora de dirigir, un guión dinámico, el sólido desempeño de todo el elenco, incluidos los personajes secundarios, al trabajo impecable de posproducción y a un minucioso equipo técnico.
Spregelburd interpreta a Leonardo, un ingeniero agrónomo que comparte su vida con el conductor de un programa de entretenimientos y ex actor que impulsa al ingeniero a internarse en una vida que no le interesa profundizar. Allí está el primer hallazgo del guión que genera un subtrama casi tan intensa como el resto de la película cuando Leonardo, también adoptado, se enfrenta a la necesidad de averiguar quiénes son sus padres biológicos antes de embarcarse en la paternidad.