Casi siempre, la única manera de ver una historia de dos personajes LGBT en el cine y que no fuera en un contexto marginal, era en los Festivales de Cine Independiente. Incluso hasta ahora se podía tener un personaje secundario LGBT en una película mainstream, pero entrando en clichés que atrasan 20 años. Los Adoptantes es una clara prueba de que estas historias, estos personajes, estas miradas, están más que listas para enfrentar al gran público.
El Pasado y el Ego
Los Adoptantes es una película con mucho riesgo, no tanto por mostrar una escena de sexo gay como se ve pocas veces en el cine nacional, ni porque se anime a mostrarla en un contexto de comedia. Lo es por el coraje de mostrar a sus protagonistas tal cual son, sin heroísmos baratos, ilustrándolos como personas con vanidades e inseguridades, como cualquiera que pisa este mundo. Ellos son. La autoaceptación no es la cuestión en juego acá, y si lo es, no pasa en absoluto por la orientación sexual.
Si bien Los Adoptantes pone su mirada crítica sobre el complejo proceso de adopción en la Argentina, el desarrollo de sus personajes descansa en los defectos de carácter que deberán atravesar si desean ser buenos padres. Defectos de carácter que naturalmente nutren tanto al drama como a la comedia de la película.
Va sobre el deseo del personaje de Diego Gentile de ser padre, aunque no pueda evitar querer seguir siendo relevante mediáticamente. La película es la evolución hacia ese altruismo necesario para hacerse cargo de la vida de otra persona.
Y es la travesía emocional del personaje de Rafael Spregelburd, una persona con una idea sobre su pasado; clara en términos oficiales, no tanto en términos reales. La confrontación con el mismo es su evolución a la hora de desarrollar un sentido de la verdad absoluta, de esa honestidad que puede lastimar inicialmente pero que es necesaria para ayudar a un hijo a enfrentar los males del mundo.