¿La suerte está echada?
Intrigante thriller metafísico con Matt Damon.
La obra de Philip K. Dick ha sido llevada varias veces al cine, desde Blade Runner a Minority Report , pasando por El vengador del futuro , por citar las más famosas. En esos filmes de ciencia ficción, los planteos del autor entraban en perfecta sintonía con un mundo desplazado del real, incorporando fluidamente sus juegos con la memoria, el tiempo y sus típicos mundos paralelos.
En Los agentes del destino la situación es más complicada y el grado de credibilidad del espectador al que aspira George Nolfi (guionista de Bourne: el ultimátum ) en su opera prima como director es mucho más alto ya que decide, en su versión muy libre del cuento de 1954 Adjustment Team , ubicar esos juegos metafísicos propios de Dick aquí y ahora.
Matt Damon encarna a David Norris, un joven congresista de Nueva York cuya ascendente carrera se cae a pique cuando se publican en la prensa unas fotos comprometedoras de su juventud (bastante inocentes, en realidad). En el momento en que está por dar su discurso aceptando su derrota en una elección, conoce a una bella chica inglesa (la excelente Emily Blunt) que lo seduce de inmediato, llevándolo a cambiar su discurso y renovando su potencial político.
Pero eso es sólo el comienzo de una suerte de eventos extraños en la vida de Norris. Primero el espectador (y luego él) descubre la presencia de un grupo de personas, todos con sombrero, que circulan alrededor suyo. Pronto sabremos que son algo así como “ajustadores del destino”, seres con poderes para modificar la vida de las personas y llevarlas a determinados lugares, haciendo que lo que parezca azaroso no lo sea tanto.
Para no revelar mucho de la trama, digamos que este grupo tendrá a Norris entre ceja y ceja y harán lo imposible para evitar que se aleje de su trazado destino. Y la chica en cuestión sería un impedimento para ese plan. Pero, claro, Norris sabe de sus intenciones y, enamorado de esa escurridiza mujer, hará lo imposible por escapar de la trama prefijada de su vida.
Una mezcla de Bourne y Las alas del deseo , en términos temáticos –más cerca de la primera en su ritmo-, Los agentes...
tiene una muy buena y hitchcockeana primera hora, pero de a poco empieza a volverse algo simplona y obvia, y sólo la capacidad de estos “enviados” de modificar la realidad (pueden mover objetos, salir del Central Park y aparecer en un estadio de béisbol, y así) termina siendo motivo de entretenimiento.
A favor de la película, la historia de amor que justifica todo el caos que se genera alrededor tiene en Damon y Blunt a dos actores capaces de tornarla creíble y hasta emotiva. Y es eso lo que asegura que, por más simple que se vuelva la supuestamente compleja y filosófica trama (azar versus destino, la existencia del libre albedrío, etc), Los agentes...
se siga con interés hasta el final. Eso, y la capacidad de ver qué trucos “mágicos” pueden salir de la literal galera -y de esa suerte de iPad de la vida- que manejan los poderosos “simuladores” de Philip K. Dick.