En nuevo documental de Pablo Oliverio, Los amantes indigentes, retrata un instante en la vida de dos chicos que viven en la calle, y sólo encuentran refugio en el amor que se tiene. La franqueza de lo expuesto, compensa la falta de una línea conductora. Hay un trazado lógico que sigue toda la obra de Pablo Oliverio.
Su cámara es un lente para esas personas que otros prefieren ocultar. Su visión es solidaria, se ubica a la par, y se distancia lo justo como para no ser protagonista ni tampoco otorgar un criterio frío e impersonal. Cuando lo conocimos en Fiesta con Amigxs (si bien tiene trabajos anteriores no estrenados comercialmente) supimos que la suya no es una mirada particular, por el contrario, es una mirada cotidiana, que busca de meterse en la rutina de sus personajes,saber su historia.
En definitiva, darle una voz a aquellos que la sociedad prefiere ver con una mirada cargada de prejuicios. Los amantes indigentes es otra prueba de eso, quizás la más cabal. Porque su ojo se posa sobre aquellas personas que vemos mientras caminamos por la ciudad, pero preferimos dar vuelta la cara ignorándolos, haciéndonos una idea de cómo serán sus vidas para luego poder opinar sobre el pasado, presente, y futuro de esa gente sin en realidad tener un acabado fundamento.
Oliverio vuelvo otra vez a enrostrarnos nuestra intrínseca discriminación. Los protagonista son dos jóvenes, un chico y una chica, una pareja. Ambos viven en la calle, o en refugios esporádicos, no tienen un punto fijo. Ellos se quieren, pero la vida es dura, y no permanecen juntos, por lo que cada uno sale a batallar el día a día por su lado.
El amor mutuo lo expresarán dejándose mensajes en diferentes puntos para que el otro pueda leerlos. Pero Los amantes indigentes no es una documental sobre el romance de pareja, lo es sobre un amor superador, aquel que les da impulso para seguir, y que puede ser entre una pareja, o entre amigos.
Pablo Oliverio abre su abanico y no se centra en esta pareja, los utiliza como conector (sobre todo al chico que gana bastante protagonismo), pero expone su alrededor, nos muestra a otras personas que, como ellos, también deben enfrentarse a la calle. Ya sea teniendo un trabajo esporádico, una changa, o pidiendo, ellos viven, como pueden, y a su modo tratan de tener planes.
Oliverio no interviene en lo absoluto, Los amantes indigentes se construye a través de viñetas, o fragmentos de esas vidas, mayoritariamente nocturnas. No hay ninguna subjetividad, más allá del tratar de comprenderlos, de saber cómo son y cómo viven. No hay una posición falsamente compasiva como la de esos programas televisivos que hurgan entre lo bajo para apelar al morbo de la lágrima por quien vive peor que uno.
Este punto es determinante para su valoración. Los amantes indigentes posee una observación algo dispersa, no hay un hilo claro como para seguir una historia más allá de tratarse de un documental. Simplemente es ver el día a día de estas personas, para comprender su realidad.
La franqueza y honestidad que demuestra es lo que compensa este detalle que termina siendo menor frente al resultado final. Se trata de un trabajo sucio, como ya nos mostró el realizador de la reciente Puto. Pero es que esas vidas no son impolutas, y por lo tanto, blanquearlas significaría una idealización que lejos está de la idea que quiere plasmar el director.
De la boca de ellos se expelen frases enriquecedoras, que nos hacen un click en la cabeza, y nos deja en claro la sensibilidad tanto de los indigentes, como de Oliverio. Será en estos tramos que notemos la mano del director, hábil para capturar esos momentos únicos, esas frases a remarcar, y hacerlas pasar como una cotidianeidad más.
Los amantes indigentes es un trabajo urgente, necesario en un momento en el que las cifras de ese sector social lamentablemente aumentan, y en el que vemos como familias enteras se están destinando a vivir sin un hogar. Nos interpela y nos ofrece la posibilidad de no dar vuelta la mirada, de escucharlos, y darnos cuenta que tienen mucho para decir.