Luego de transitar por una serie de notables films atravesados por el drama y la densidad, Almodóvar se toma un respiro para entregar esta pieza –deliciosamente- pasatista. El estilo de Los amantes pasajeros se acerca indudablemente a la línea de los filmes que rodaba en su primeras épocas, con toda su impronta kitsch y colorida, que alcanzó su máxima expresión en la emblemática Mujeres al borde de un ataque de nervios. Su humor frontal y desenfadado aflora sin pausas, en una película que debe ser una de las más explícitamente gays concebidas por el director de La ley del deseo.
Tras títulos recientes como las extraordinarias Hable con ella, Volver o La piel que habito, el realizador español más famoso se aleja de tramas sinuosas y vuelve a las fuentes. Y aunque no logre una gran película, apuesta a la diversión con sus armas más personales. La trama, como no podía ser de otra manera con él, es inusual; un avión de línea rumbo a México amenaza con desplomarse, y el lógico estado de angustia de los pasajeros será atenuado por ciertas insólitas decisiones de los tripulantes. A este ingrediente se suman las peculiares características de varios de los viajeros (entre los que se destacan los roles de Cecilia Roth y Lola Dueñas), que harán eclosión e irán remontando la situación. Más de una procacidad al borde del mal gusto ocupará varios pasajes de ese vuelo en peligro, momentos sin los cuales el film no sería el mismo. Como no lo sería sin esa escena antológica en la que los tres azafatos (brillantes Javier Cámara, Raúl Arévalo y Carlos Areces) hacen un video clip en vivo con la icónica canción ochentista I'm So Excited. Imperdible. En definitiva, una comedia menor de Almodóvar, pero sumamente disfrutable para su público, cinéfilo y no tanto.