En el aire y sin destino
Es difícil aplazar a Pedro Almodóvar, pero no hay mucho que pueda hacerse por “Los amantes pasajeros”. El promocionado regreso del director manchego a la comedia resultó un paso en falso. “Los amantes...” intenta con mucho esmero recuperar la estética y el espíritu de películas emblemáticas de los 80 como “Mujeres al borde de un ataque de nervios” o “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón”. De hecho los personajes son un verdadero seleccionado del circo almodovariano: hay tres “azafatos” gays, dos pilotos que tratan de definir su sexualidad, una vidente virgen ávida por debutar, una “dominatrix” experta en políticos, un empresario corrupto, un asesino a sueldo y un galán de telenovelas entrado en años. Estas criaturas viajan en un avión que tiene muchas chances de estrellarse en un aterrizaje de emergencia, y entre el miedo y la desesperación empiezan a aparecer confesiones y desbordes de todo tipo.
El problema con “Los amantes pasajeros” es que los 80 pasaron hace rato y el efecto retro le termina jugando en contra: los chistes suenan vencidos y su tono amoral no provoca ni divierte. Uno se queda mirando la pantalla llena de colores estridentes como si nada estuviera pasando. Además, el intento de Almodóvar de construir una metáfora sobre la España en crisis naufraga en referencias de una obviedad grosera. En el mejor de los casos se podría decir que la película es absolutamente ligera, y que transcurre así, en el aire y sin destino, igual que ese avión que no encuentra aeropuerto. Y para ser justos habría que rescatar el trabajo del gran Javier Cámara. Su desopilante azafato está realmente al borde de un ataque de nervios.