Más que salir del clóset, lo desmontó
La última película de Pedro Almodóvar, considerada por él mismo como la "más gay", transcurre en un avión, donde la única ley parece ser la de El Deseo. Lejos de la "madurez" acusada en La piel que habito, el manchego vuelve a sus orígenes.
Estrenado en marzo en España, el último y tan controvertido film de Pedro Almodóvar atrae y desorienta por igual a una gran platea, desde sus declaraciones previas hasta las diversas entrevistas que siguen acompañando al mismo. Y es que si el epíteto "madurez" alcanzaba y definía su última obra, La piel que habito, desgarrada partitura que en formato de thriller dejaba filtrar la artificiosa sangre de los más sublimes melodramas a los que honra, en este film, Los amantes pasajeros propone la apariencia un alocado y bizarro entretenimiento, montado en el exceso, pensado desde el desborde, que encuentra su punto de partida en films tales como Laberinto de pasiones, Entre tinieblas y aquel que lo llevó a recorrer diferentes países, Mujeres al borde de un ataque de nervios.
Pareciera ser que un sector de la crítica no le puede disculpar esta gran escapada. Este salir del closet de manera tan abierta respecto de sus films anteriores, ya que como él mismo afirma: "Esta es mi película más abiertamente gay", para señalar a continuación "dedicada a todos los bisexuales".
Para que esto ocurriera fue necesario que un avión tuviese que despegar; un avión que podría pensarse como ese micromundo de una sociedad en la cual la clase turista permanece dormida y es mostrada desde un juego de manipuladores. Porque en ese viaje, el de la película, de este avión que debería llegar a México, algo empieza a no funcionar. Y allí, dando vueltas, desde una situación que roza el inmovilismo y el absurdo, en la clase VIP, un grupo de arquetípico pasajeros tiene mucho para decir sobre sus propias historias, sobre sus conductas. "Todo es ficción", nos indica el primer fotograma y entonces podemos pensar que hasta la verdad "se alimenta de mentiras". E igualmente ver cómo esa clase media no reacciona en este vuelo, ahora en un Airbus 340 de la compañía Península, metáfora de un país que ha perdido su rumbo.
En clave de una provocativa comedia, en la que uno de los vocablos que se repite hasta el hartazgo es que el remite al genital masculino, llegando deliberadamente el guión a caer en la saturación, Los amantes pasajeros deja espacio para una reflexión sobre los nuevos conceptos de pareja, de familia, en los que anida y sorprende, por momentos, su ternura.
Si en algún momento las distintas historias podrían haber llevado a la estrepitosa carcajada, eso en Rosario no se pudo vivir así. En tanto el concepto de humor está muy ligado a cuestiones coyunturales y a registros sociales, de época, se puede señalar que en la sala sólo se escuchaba alguna que otra risa aislada, que inmediatamente se comenzaba a debilitar. Y es que los hechos trágicos de la ciudad hacen partícipes a los espectadores de tal manera que los sobrecogen. Frente a todo esto, atenuado, en una mínima parte, por grandes acciones solidarias, se hace muy difícil descubrir la dimensión de esta ambigua comedia. En tal caso, se puede ver cómo están presentes aquí elementos de su filmografía anterior, que ya están cifrados en los mismos títulos de presentación.
En esa clase VIP pareciera ser que lo más auténtico es El Deseo (nombre de la productora del director y su hermano), el calor de los cuerpos, desde esos tres sorprendentes y auténticos asistentes; mientras los otros, cada uno de ellos, tienen mucho para ocultar. Y es la clase de los funcionarios, tesorero comprometido, gente que maneja supuestamente agendas, menciones a figura de la realeza. Y la cabina de mando es otro pequeño mundo en donde muchas cosas van a llegar a pasar y definir identidades. En el universo del realizador, los teléfonos suenan constantemente ya desde el primer film. Y ahora es un celular que conecta desde una llamada dos retazos de vida en ese reconocible Madrid de Almodóvar.
Pero si bien todo pareciera pintarse de colores eufóricos, chillones, (desmedida paleta pop), esa dolce vita a bordo en la business class acusa cansancio, indiferencia, hastío. Y por ello creo que el gran acento, más allá de la fiesta de los genitales en boca, queda en la promesa del encuentro cálido del abrazo, de la mirada a los ojos, de la aceptación. Desde esa recreación que marca en algunos de ellos esa otra oportunidad.
Sería conveniente tener presente cuál es el aeropuerto en el cuál aterriza, de manera forzosa, este avión. A qué ciudad pertenece y cuál es el vínculo que Almodóvar tiene con este lugar. Sus criaturas ya han visto pasar el correr de los años, los cambios de una sociedad y algunos de ellos han transformado sus sonrisas en patéticas máscaras grotescas. Y lo que está siempre subrayado es ese amor que el director siente por sus personajes, por sus actores.
En uno de los tantos reportajes que Pedro Almodóvar, (hoy ya a punto de cumplir sus sesenta y cuatro años el próximo 24 de septiembre, y cuyo primer film Pepi, Luci, Boom y otras chicas del montón data de 1980), ofreciera a la prensa, con motivo de este film, el número diecinueve de su prolífica obra, llegó a definirlo como "una comedia moral, metafórica y mitológica" y también: "Un film en el que celebro, eso sí, la sexualidad. Y creo que la bisexualidad está presente en nuestras vidas...porque forma parte de nuestra naturaleza".