Joaquín, el grande
Luego de varias postergaciones, llega Los Amantes, una historia clásica sobre desamores y soledades que consolida a James Gray como una de los mejores narradores estadounidenses de la actualidad, y a Joaquin Phoenix como un actor cuya sola presencia justifica el precio de una entrada.
Él le pone el cuerpo y alma a Leonard, un treinteañero bipolar con tendencias suicidas cuyas aspiraciones amorosas quedaron sepultadas tras la ruptura con su prometida. Amable, dulce, contendora y familiera, la hija del socio de su padre, Sandra (Vinessa Shaw) se vislumbra como la reparadora de su corazón. Pero el cine sabe demasiado acerca de amores no correspondidos. En este caso, su frágil y misteriosa vecina (Gwyneth Paltrow) hará tambalear al delicado equilibrio emocional del protagonista.
Hace poco más de un año, en silencio y sin rimbombancias mediáticas, se estrenaba Los dueños de la noche (We Own the Night, 2007), opus tres de un director del que ya se vislumbraba la maestría que alcanza en Los Amantes. La película protagonizada por Mark Wahlberg y Robert Duvall, menospreciada por la crítica e ignorada por el público, levantaba vuelo artístico no por la originalidad de su propuesta sino por el enorme talento del director, quien mixturaba una extraordinaria capacidad para aprehender al espectador a pesar de la nula originalidad de la propuesta: la típica historia acerca de la redención del descarriado hijo de un policía ejemplar se transforma así en una de las mejores películas de 2008.
El punto de contacto entre ésta y Los Amantes, su cuarta película y tercera con estreno comercial en Argentina (La traición se editó en DVD en 2000), es la narración tan sólida como cautivante. Al igual que en Los dueños de la noche, Gray nos inmiscuye rápidamente en la vida de sus protagonistas. Tanto la escena de sexo de Los dueños de la noche como el intento de suicidio (magistral escena gris, ralentizada, de sonido aturdido y confuso: el estado emocional de Leonard en imágenes) que abren las películas son sintomáticas de las costumbres de vidas vaciadas de motivaciones, y del interés por trascender la monotonía que los envuelve: el trabajo rutinario en el negocio paterno y una familia tradicionalista y mentalmente pacata no parecen ser la forma de corromperla.
Michelle maquilla con frescura y espontaneidad el alma en pena que le corroe las entrañas. Enamorada con locura de su amante, casado y con hijos, sufre por amor. Es entonces que Leonard se encuentra una posición inédita y desconocida. Así como Sandra es la encargada de contenerlo, escucharlo y acompañarlo, él debe hacer lo mismo con su vecina: el amor para Gray trasciende lo físico y lo carnal para convertirse en un acto de protección incondicional difícilmente simbiótica: es la lucha entre quien protege y quien se deja se deja proteger.
Si a esta ecuación de por sí perfecta (gran director, una historia potente, hondura dramática, puesta en escena funcional con la trama) le adosamos que el personaje central es interpretado por Joaquin Phoenix, el cine está de parabienes. James Gray le exprime a su rostro pétreo e inexpresivo gestos inequívocos de una implosión siempre latente. Cabizbajo, cansino, Leonard es la desazón andante ilustrada a la perfección por un actor que se recibe de gigante.
Los Amantes es una de las películas más románticas de los últimos años; no por su edulcorado desarrollo sino porque logra transpolar a la pantalla grande toda las complejidades que implican el establecimiento de una relación. Es dolorosa, compleja, triste. Como el amor mismo.