Joaquin... entre la rubia y la morocha, qué dilema!
No hay absolutamente nada nuevo bajo el sol en "Dos Amantes" un film de triángulo amoroso, que James Gray supo conducir con mano bastante segura, pero no hay mucho más que eso. Gran sorpresa teniendo en cuenta que formó parte de la Competencia Oficial de Cannes (quééééeééé?).
Phoenix vive con sus padres en Brooklyn: primer situación absolutamente inconcebible que no resiste guión alguno. No sólo porque vive con sus padres, sino porque su madre (Isabella Rosellini) lo sigue tratando como un adolescente, metiéndose en sus cosas: solamente falta que le lleve el desayuno a la cama y lo bañe con esponja y patito de goma.
Saltando esto, que ya es bastante difícil de pasar por alto a nivel guión, el muchacho se debate entre la hija de una familia judía amiga de sus padres a quien le quieren presentar a toda costa y la vecinita de enfrente que lo tiene loco de amor.
Para ir matando el tiempo, se pone de novio con la chica de buena familia (más por un directo "avance" de ella que por su propia voluntad), pero no conforme con esto, no logra sacarse de su cabeza a Gwyneth Paltrow, su vecina, que lo vuelve loco, histeriqueo mediante.
Será primeramente su amigo, y ahí se enterará de las penurias de la rubia que sale con un hombre casado. Y como todo hombre casado -y como todo cliché de hombre casado-: la tiene penando a la pobrecita, prometiéndole que alguna vez dejará a su mujer para hacer una vida con ella.
Entre estas dos aguas, estos dos amores, le toca navegar a Joaquín Phoenix, quien lamentablemente, lo transmite desapasionadamente. Está tan conflictuado que no logra imprimirle a ninguna de las dos relaciones una fuerza que se transmita en la película. Algún que otro beso le imprime un poco de acción a una historia de amor completamente desangelada.
Sólo se rescatan algunos momentos interesantes a nivel de actuación (Gwyneth igual como actriz sigue siendo una rubia despampanante y nada más ni nada menos que eso...), una imágenes hermosas de Brooklyn y New York de noche y sobre todo, tiene dos escenas en la terraza del edificio donde Paltrow y Phoenix se encuentran furtivamente, que están particularmente bellas, muy por fuera de la mediocridad general del resto de la película.