Acariciando lo áspero
“Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos.” (Donde habite el olvido. Luis Cernuda)
Padres que cuidan a sus hijos pero los agobian, amantes que adoran, pero abandonan. Personas que curan sus heridas a expensas de las ilusiones de otras y sujetos que se conforman con un peor es nada ante la evidencia de un amor fallido. Todo esto nos muestra James Gray Los Amantes: gente que quiere quererse, pero al quererse se pincha, se hace daño mutuamente.
Y Los Amantes tampoco ahorra espinas a los espectadores. La historia podría encajarse en un melodrama tradicional (triángulos amorosos hay como para hacer dulce en el cine), pero se corre conscientemente del canon clásico por la forma en que muestra la imposibilidad del amor, a fuerza de oscuridad y prescindencia.
El tono de la película es tristón, áspero y opaco. Los personajes se mueven en casas sórdidas y calles feas, donde todo es gris y junta mugre. El escenario muestra que las cosas son así desde hace mucho tiempo y que nadie es lo suficientemente fuerte para cambiarlas.
La banda de sonido también se administra cuidadosamente. Muchas veces está totalmente ausente, pero si se presenta lo hace con intensidad dramática, ya sea a través del canto desgarrado de una ópera o de los ruidos invasivos de trenes y tráfico. La música le pertenece a los sentimientos de los personajes, a su mundo interno.
Gray es económico dirigiendo a sus actores y sabe rescatar en ellos los pocos gestos que alcanzan para informarnos quiénes son, qué sienten y qué están pensando. Cuando Joaquin Phoenix descubre su nuevo amor, tropieza torpe con los muebles de la casa familiar y sabemos que está deslumbrado, que no ve más allá de lo que su vecina rubia (Gwyneth Paltrow) le pide. Cuando baila ridículo en una discoteca sin darse cuenta que cuando levanta los brazos se le ve la panza, sabemos que está entregado, que es capaz de cualquier cosa por la chica. Cuando ella lo llama a media noche en medio de un frío atroz a la terraza para contarle sus penas, todos vemos que no le importa, que lo va usar y tirar apenas tenga oportunidad. La novia de buena familia (Vinessa Shaw) no pregunta demasiado sobre tibiezas y ausencias y le regala guantes, le dice que quiere cuidarlo, es la almohada donde el corazón con agujeritos va a terminar descansando sus penas. La historia se cuenta con pequeños y grandes gestos de usos y abusos, todos medidos y coloreados de un negro grisáceo.
Los Amantes pertenece a la clase de cine que te deja clavado en la butaca una vez terminados los títulos, con pocas ganas de volver a la tristeza a un mundo tan parecido al que se mostró en la pantalla. Es que James Gray quiso hacer cine sobre el amor y el resultado fue, ya saben, como en los erizos.