I BELIEVE IN ANGELS
Ángeles de Charlie no tiene un gramo de originalidad
La serie de los setenta vuelve a la pantalla con este reboot que abraza el pasado y nos presenta a las chicas de la agencia Townsend con otra mirada.
No podemos culpar a Elizabeth Banks por querer aggiornar y darle una mirada femenina a la creación de Ivan Goff y Ben Roberts. La serie original de ABC se extendió por cinco temporadas (1976-1981) y fue un desfile de chicas lindas jugando a ser detectives, siguiendo las órdenes de un señor llamado Charlie (voz de John Forsythe) a través de un comunicador. Se tenía que decir, y se dijo, pero nada de esto le quita mérito cultural al programa y sus protagonistas, un verdadero emblema de “girl power” en época donde los íconos de acción femenina eran bastante escasos.
Drew Barrymore, en su papel de productora, quiso lavarles un poco la cara a las películas de McG -exitosas hasta ahí nomás-, aunque seguían repitiendo los mismos arquetipos en la pantalla grande, incluso con menos gracias que Jaclyn Smith, Cheryl Ladd y Kate Jackson, entre otras. La idea de Banks no implica borrar el pasado, sino abrazarlo y mostrar que la agencia Townsend se expande y se diversifica. Acá, Bosley no es una persona, sino un cargo, que se repite a través de las décadas y las diferentes ‘sucursales’ a lo largo y ancho del mundo.
La de Los Ángeles está a cargo del Bosley original, Patrick Stewart, quien supo llevar la agencia a otros niveles, entrenar a un montón de discípulas, y ahora está a punto de comenzar su retiro. En medio de esta transición, Elena Houghlin (Naomi Scott) se convierte en una nueva clienta de la división europea, una ingeniera y programadora que quiere exponer a sus superiores, quienes decidieron ignorar sus advertencias sobre el mal funcionamiento de un revolucionario dispositivo llamado Calisto. El aparatito en cuestión puede cambiar el mercado de conservación de energía, pero mal usado es capaz de generar convulsiones fatales.
De repente, Calisto puede ser utilizado como un arma y vendido al mejor postor, y Elena queda en la mira de su superior, Peter Fleming (Nat Faxon), y el asesino a sueldo (Jonathan Tucker) encargado de silenciarla. Ahí es cuando entran en escena los Ángeles: Jane Kano (Ella Balinska), retirada agente del MI-6; Sabina Wilson (Kristen Stewart), la rebelde y temeraria del grupo; y Rebekah ‘Bosley’ (Banks), ex agente devenida en asistente de Charlie. Su misión: proteger a Elena, recuperar cualquier prototipo de Calisto de las mismísimas empresas Brock y desenmascarar a Fleming, una tarea poco sencilla que pronto se tiñe de traiciones, complots e intentos de asesinato.
Armadas y peligrosas
Banks, directora, guionista y productora convierte a “Ángeles de Charlie” (Charlie's Angels, 2019) en una aventura cosmopolita no muy diferente a las de James Bond, Misión Imposible o semejantes. Su único ‘pecado’ es caer en los mismos tropos gastados y querer reflotar una franquicia que nadie pidió, pero su punto de vista es muy bienvenido, demostrando que las chicas están en igual de condiciones que sus camaradas masculinos quienes, año a año, inundan las pantallas con este mismo tipo de historias sin recibir el backlash que deben soportar las angels, “Cazafantasmas” (Ghostbusters, 2016) o cualquier otro exponente que se atreva a romper las normas.
Por lo demás, “Ángeles de Charlie” es disfrutable y entretenida -como debe ser cualquier película pochoclera-, se apoya en su elenco diverso (en todos sus aspectos) y más que nada en sus características, que puede sonar arquetípico -la chica seria y profesional, la alocada, la cerebrito-, pero también las utiliza para crear conexiones y mucha empatía entre las protagonistas, y entre las protagonistas y un púbico que, a veces, necesita de estos referentes aunque se corran de lo verosímil. Banks también suma a grandes actores en papeles secundarios como Djimon Hounsou, Sam Claflin, Noah Centineo, Stewart, y cameos que no vamos a revelar, porque se pierde la gracia.
Las chicas sólo quieren divertirse
El humor funciona, la acción también, y con eso le alcanza a pesar de la previsibilidad de la trama, pero Banks quiere dejar en claro varios mensajes poco sutiles y es ahí donde logra enojar al patriarcado. No es casual que la película arranque con un montaje de nenas que crecerán para convertirse en lo que quieran porque lo que sigue a continuación les demuestra que sí pueden, a pesar de las trabas que otros les impongan. También celebra la sororidad y el trabajo en equipo, demostrando que, cuando las papas queman, los únicos que se ponen de tu lado son aquellos que comparten los mismos ideales y la misma lucha.
Esta, tal vez, es una lectura demasiado profunda para una película que no lo es, pero nunca esconde estas intenciones. Intenciones que se sienten más sinceras y espontáneas porque vienen de una mujer que la pelea dentro la industria (mayoritariamente masculina), y no de un realizador (masculino) que quiere quedar bien y seguir una agenda, colando escenas de hermandad agarradas de los pelos.