El amor es más fuerte… «Los años más bellos de una vida son los que aún no hemos vivo».
«Los años más bellos de una vida» es secuela de «Un hombre y una mujer» (1966) que a su vez tuvo otra 20 años después. Anouk Aimée y Jean-Louis Trintignant inmortalizaron en pantalla el fervor de amor que traspasa los tiempos.
Un hombre y una mujer, hace años, vivieron una historia de amor fulgurante, inesperada, atrapada en un paréntesis convertido en un mito. En la actualidad, él, antiguo piloto de carreras, se pierde un poco por los caminos de su memoria. Su hijo entonces intenta ayudarlo a encontrar a la mujer que su padre no supo guardar junto a él, pero a quien rememora continuamente.
Entre encuentros y desencuentros. Lo que es para uno siempre vuelve… Anne (Anouk Aimée) y Jean-Louis Duroc (Jean-Louis Trintignant) dieron vida a un drama romántico tan seductor como cautivador, ese amor ilusionado que empieza a brotar entre el hombre y la mujer de una manera sencilla e intensa, sin ninguna complejidad, tan sólo dos viudos que intentan rehacer su vida. La esposa de Jean-Louis se había suicidado porque no soportaba los riesgos que él enfrentaba por su profesión de piloto de carreras, y el esposo de Anne había muerto por otro tipo de riesgos: era doble en películas de acción.
Ella, sin poder despegar de su pasado, y él, no pudiendo ganar la única carrera que anhela, lograr llegar a Anne. Tiempo después la vida los lleva por distintas direcciones dejando un paréntesis en ese profundo amor que nunca desapareció. Entre recuerdos y sentimientos melancólicos, 50 años después sus caminos vuelven a juntarse.
«Los años más bellos de una vida» son las cuentas pendientes con el amor, el perdón, y la reconciliación con el miedo, el paso del tiempo, la vida, la muerte, pero sobre todo ambos buscan dejarse llevar por ese temor contradictorio de lo gentil y frágil que puede volverte el amor, como lo terrorífico que puede tornarse querer. La película desgrana los entrañables misterios del afecto, donde el amor siempre es más fuerte. Un mito que revolucionó nuestra historia de ver el amor.
En la actualidad, el antiguo piloto de carreras Jean-Louis vive en un hogar de ancianos, donde prefiere sentarse solo a soñar con tiempos que aún añora. Se ha ido apagando poco a poco, inmerso en un mundo donde su memoria lentamente se pierde, pero el recuerdo de aquella mujer que amó profundamente es lo único que se mantiene intacto en él, y es el único lazo de sensibilidad con la vida. Antoine, su hijo, decide contactar a Anne: «Tú eres su mejor recuerdo. ¿Iría a visitarle? Quizás le sentaría bien, a él y a su salud…». Nuevamente se encuentran ella intentando volverlo a conectar al vivir, él reconociéndola y no, donde su mirada se vuelve a colmar de luz, haciendo que sus vidas otra vez se unan y que ese paréntesis desaparezca.
La cinta es un buen perfume francés, la exquisitez de la delicadeza y la ternura, donde la esencia y la personalidad radica en el amor como protagonista de unión, absolución y reconciliación. Nos encontramos con algunos flashbacks de las cintas anteriores, los cuales se entrelazan a la perfección en la culminación de esta tercera parte, reanudando aquel amor. Por eso, quienes no hayan visto las películas anteriores no tendrán problema para disfrutar este film. La profundidad en la vejez mezclado con el elemento de fantasía de no discernir entre realidad y creatividad de Jean-Louis le da dinamismo al largometraje.
Posee diálogos inteligentes, logrando gran emotividad junto a unas actuaciones y fotografía maravillosas. Anouk Aimée y Jean-Louis Trintignant siguen derrochando una química con ese romanticismo francés tan peculiar. Una banda sonora que le da un bordeo exacto, volviendo atemporal la historia de amor. Y esa secuencia de montaje hacia el final en la que se fusionan sonido, música e imágenes de las tres películas es simplemente estupendo.
En síntesis, «Los años más bellos de una vida» es un vibrante viaje emocional de una historia de amor que se impregna sin aviso en la retina del espectador para mostrar cómo el deterioro del tiempo nunca deshace lo más importante en el ser humano, el amor. Un film conmovedor, optimista, colorido que expone los estragos de los miedos y la soledad, dejando en claro que nunca es tarde ni hay tiempo perdido cuando se trata de amar.