Jimena Anganuzzi, Agustín Rittano, Jorge Prado y Alberto Suárez protagonizan este intrigante drama, con tintes de relato policial, opera prima de la productora de “La larga noche de Francisco Sanctis”.
La ausencia en LOS AUSENTES, de Luciana Piantanida, parece incluir otras cosas además de los personajes que, de algún modo u otro, cumplen ese rol en la ficción. La opera prima de la productora de LA LARGA NOCHE DE FRANCISCO SANCTIS es una película en la que la ausencia juega un rol determinante hasta en la forma, ya que su elusiva trama, su falta de diálogos y el uso constante del misterio la terminan convirtiendo en un objeto que coquetea con esa misma ausencia, con lo que está y no está ahí.
Esa inteligente decisión de puesta en escena puede no ser la más accesible para los espectadores necesitados de “presencias narrativas” pero es completamente lógica para una película construida en torno a esos temas y, de hecho, tiene mucho en común con la forma de la citada película que la realizadora produjo. Piantanida comienza su filme de una manera sencilla, casi arquetípica: una joven pareja de pueblo que está esperando un hijo recibe la visita de un hombre desconocido (Jorge Prado) que busca una pieza para alquilar. Pese a la resistencia de ella (Jimena Anganuzzi), su marido (Agustín Rittano) termina aceptando al misterioso y algo huraño visitante. Por otro lado, un hombre evidentemente lastimado (Alberto Suárez) busca información respecto a lo que sucedió y, como el otro, también trama algo extraño.
Mientras avanzan los preparativos para el carnaval, la pareja protagónica entra en crisis, y los otros dos hombres se embarcan en sus misteriosos y cruzados planes para lidiar con sus respectivas ausencias femeninas. Piantanida da pocos datos respecto a cuáles son esos planes y lo que prioriza es, como decíamos, esa atmósfera en la que la ausencia es el centro: son personas que tratan de hacer algo (investigar, buscar, esconderse, espiar) para tapar ese vacío existencial sin poder lograrlo del todo.
Con un muy buen elenco y un gran manejo de la luz, los espacios y los silencios, la realizadora construye un filme minimalista y enigmático (tal vez un tanto demasiado enigmático) en el que la realidad y la fantasía parecen mezclarse y que avanza, como los personajes, con un fin claro pero con intenciones que no lo son tanto. Forma y fondo –si se puede seguir usando esa forma de análisis– se combinan a la perfección en el filme. Acaso no lo conviertan en uno demasiado accesible pero sí en uno acorde con su tema, sus objetivos y las ideas y emociones de sus intrigantes personajes.