Los silentes.
Los Ausentes es la primera película de Luciana Piantanida pero no su primera experiencia en el cine (fue coguionista del thriller Mala de Adrián Caetano, por ejemplo). Como sucede con otros primerizos en la dirección, aquí aparecen ciertos vicios de pretensiones que operan a modo de catarsis. La historia, ambientada en un pueblito del interior profundo de la provincia de Buenos Aires, presenta cuatro personajes: una pareja que regentea una pequeña cantina cuya relación pende de un hilo, un forastero que busca desesperadamente a su mujer, y un hombre que vuelve al pueblo luego de un accidente que lo dejó inconsciente durante un buen tiempo.
La propuesta de Piantanida es redundante en acentuar largos tiempos muertos en los que la única comunicación entre los personajes es gestual (especialmente la de la pareja), paradójicamente los mejores diálogos son esos silencios porque cuando las palabras aparecen poco tienen para sumar ya que se hacen presentes sólo para superar un letargo de incomodidad. Jimena Anganuzzi es la columna vertebral de la película, su personaje es el nexo entre los personajes y es el que carga con los momentos dramáticos más intensos dentro de una historia maniobrada por los climas, las atmósferas y, principalmente, por lo no dicho. En la estrategia cíclica hay un descuido por la inmensidad del espacio. Ese pueblo cuasi fantasmagórico -que nunca se adosa a los hechos ni a los personajes- es simplemente un lugar donde se desarrollan las situaciones, ni siquiera hay un juego lúdico con el contracampo, concepto que se materializa tibiamente en algunos pasajes a partir de un tratamiento sonoro focalizado en realzar los silencios de los personajes.
La preocupación de esta ópera prima oscila entre las pesadillas acechantes que sufren los personajes y la circularidad visual, que falla como concepto con vistas a construir un relato sobre las pérdidas, enfatizando qué pueden hacer los presentes para “completar” lo desaparecido, el peor de los miedos.