Ya nada será igual
La ópera prima de Jazmín Carballo es un fresco retrato generacional donde la actriz, directora y productora refleja el reencuentro de una ex pareja de novios durante un abúlico verano cordobés.
La historia de Los besos (2015) es simple y de esas que el llamado Nuevo Cine Argentino mostró ya hace más de una década. Una ex pareja de veinteañeros se reencuentra por casualidad y se enfrenta a una realidad en donde ya nada es lo que era. Diálogos banales, canciones pop y una estética sucia le dan a la película la frescura que necesita.
Jerónimo y Lisa fueron novios hace tiempo y un día volverán a verse. Jerónimo sufre la demora de un vuelo y Lisa, que de casualidad se lo cruza en el aeropuerto, lo invita a pasar ese tiempo muerto con ella. Pero la ruptura y el tiempo transcurrido hacen que en ese deambular, entre monótono y sin sentido, descubran que ya nada los une y que pese a no querer reconocerlo ninguno de los dos está cómodo con la compañía del otro. Los besos de antaño solo serán eso. Besos que ya nunca volverán.
Filmada en blanco y negro, Carballo recurre a primeros planos, una cámara en continuo movimiento y diálogos simplistas que dan la sensación de cierta improvisación. Cómo si pusiera la cámara en una charla de amigos y la dejará correr hasta un final donde lo que empieza de una manera deviene en otra cosa y así sucesivamente. Esta manera de narrar desestructura cualquier situación forzada y hace que la historia mute como los mismos personajes.
Tal vez el problema al que se enfrenta Los besos sea sin duda el de pertenecer a otra época. Por momentos uno siente que a este tipo de películas ya la vio una y otra vez a finales de los 90 o a principios del nuevo milenio. Pero más allá de eso, siempre son bienvenidas las obras narradas con cierta libertad y algo de ese desparpajo que se tiene cuando se filma sin ningún tipo de presión.