La pareja de directores que nos trajo hace unos años la interesante y graciosa Siete cajas, vuelve con otro cuento de tesoro escondido, de ambiciones y de aventuras en un universo realista. El paisaje social utilizado como forma de crear una puesta en escena creíble para un cuento en el fondo fantástico es lo mejor de esta realización que exuda simpatía y, aunque no siempre, gran precisión en la puesta en escena.