Lifting digital
Arranquemos por lo obvio: Los caballeros del Zodíaco, ¿de qué estamos hablando? Esta serie que consiguió tener en nuestro país tantos adeptos como otras tiras exitosas del animé (Dragon Ball o Robotech) es un manga (o cómic) de 1986 titulado Saint Seiya que, a raíz de su éxito, comenzó a emitir su versión animada ese mismo año. De esto es de lo que mayor memoria tiene un espectro de gente de entre 20 y 35 años y, seguramente, recordará bien el boom que supuso su emisión en el desaparecido canal Magic Kids, con sus sangrientos escenarios y batallas que podían extenderse por incontables capítulos hasta que un golpe fatal decidía el resultado. Esta creación de Masami Kurumada, respetado autor que aquí también tuvo éxito gracias a la emisión de la serie Beta X, tiene una carga afectiva sobre un amplio y nostálgico público, aunque también hay que destacar las virtudes que tenía: un pastiche de mitología grecorromana que enmarcaba un relato superador con héroes que enfrentaban no sólo a feroces enemigos, sino a sus propios traumas psicológicos, en interminables pasajes introspectivos que encontraban en el desarrollo de personajes uno de sus principales atractivos a pesar del cliché heroico que podía suponer.
Bien, hecha la introducción obligada, lo que tenemos entre manos es un film, pero no se trata de uno de los incontables OVA’s (películas directo a video) que se produjeron y son conocidos entre fans. Es una reinterpretación de los sucesos de la primera temporada televisiva, conocida como la Saga del Santuario, con un aspecto visual digitalizado que inmediatamente sorprende por sus vertiginosas batallas frente al estatismo que tenían las de la serie animada original. Esta introducción explosiva, que sirve de prólogo, luego da lugar a la historia que ya conocemos: Saori Kido es la reencarnación de Atenea y debe ser protegida del santuario donde se encuentran los Caballeros Dorados, ya que la creen una impostora que puede desequilibrar la existencia del mismo. Por otro lado se encuentran nuestros protagonistas, los Caballeros de Bronce, que están convencidos de que Saori Kido es la verdadera Atenea y, por lo tanto, juran protegerla utilizando un arsenal de habilidades para las que fueron entrenados toda su vida. Los mejores minutos de la película se dan en esta introducción donde vemos las novedades respecto a la serie que conocemos: el comic relief, un tono menos solemne y la introducción de los personajes es mucho más directa, sin subtramas o un desarrollo de su pasado.
Pero no todas estas novedades terminan beneficiando a esta nueva edición dirigida por Keichii Sato (que antes que en largometrajes, tiene más experiencia en series televisivas). El guión sufre el pormenor de tener que reinterpretar una temporada televisiva completa en menos de dos horas. Si bien tras la introducción uno intenta olvidar lo que fue la versión televisiva, lo cierto es que la cruzada de Seiya y el resto de los caballeros a través de las Doce Casas tiene giros forzados y elipsis confusas que demuestran la imposibilidad del guión de lograr un relato uniforme. Esto afecta también el desarrollo de personajes, haciendo de los compañeros de Seiya colegas sin ningún tipo de relieve, perdiéndonos tanto su formación como guerreros como los traumas psicológicos que tuvieron que atravesar para llegar allí. Y además repercute en el clímax, la desesperada batalla contra el patriarca, ya que los sacrificios que hacen los caballeros por llegar hasta esa instancia no tienen la carga emotiva necesaria para conmocionar al espectador. Visualmente, Los caballeros del Zodíaco: la leyenda del santuario logra sorprender pero, por momentos, parece no poder despegarse del montaje que podía apreciarse en la serie original. Para entender esto sólo hay que prestar atención a los planos detalle que se encuentran dispersos a lo largo del film: este recurso, extraído del comic y explotado en el anime por su economía narrativa y potencialidad expresiva, resulta en la película CGI un recurso tosco e incoherente que afecta la fluidez de las secuencias de batallas, que a menudo pierden el impacto pretendido por Sato.
Lejos de la calidad narrativa del material original de Kurumada e indecisa entre resultar convencional y simplificar el argumento o apegarse a la serie televisiva, esta película de Sato resulta entretenida y novedosa desde lo visual, pero no logra la misma intensidad o empatía con los personajes legendarios con los que está identificada prácticamente toda una generación.