Hugh Grant se luce interpretando a un tipo desagradable, mezcla de detective, reportero y extorsionador, y al mismo tiempo narrador principal de esta intrincada y divertida comedia negra policial en la que Guy Ritchie vuelve a su estilo tarantinesco, pero con una giro británico. Es decir, el tipo de film que recuerda sus mejores trabajos, como “Snatch” y “Rocknrolla”.
Es saludable ver al director alejarse de producciones como “El rey Arturo” y concentrarse en otro de sus complicados tours de force narrativos, y de paso reinventar a Hugh Grant en un papel distinto del simpático tarambana de “El diario de Bridget Jones” en este original protagónico donde toda la acción es un largo raconto de las historias que le cuenta al temible segundo de un gangster elegante, que domina un imperio del cannabis.
Una cualidad de Ritchie es ofrecer una visión satírica de la sociedad inglesa filmada a través de un lente caricaturesco, algo que logra sin repetirse. La larga historia que cuenta el personaje de Grant comienza en Oxford, cuando el estudiante norteamericano Matthew McConaughey empieza a distraerse de sus materias para vender marihuana por el campus. El ambiente aristocrático le permite mezclarse con lo más granado de la sangre azul inglesa, que a la vez no tiene inconveniente en mezclar sus negocios con la peor ralea callejera. Así van sucediéndose escenas insólitas, como una increíble persecución para atrapar una docena de delincuentes juveniles por los barrios bajos. También hay espacio para un astuto y noble boxeador, divertido Colin Farrell que se roba algunos momentos.