Volvió el mejor Guy Ritchie.
Sin más dilación, hay que empezar diciéndoles, queridos lectores, que el mejor Ritchie ha vuelto. Mentar que la carrera de este cineasta se caracteriza por su irregularidad, pues bien te puede realizar un jamón 5 jotas como Snatch, cerdos y diamantes, o bien te puede venir con una pata de jamón caducada que no hay quien se la coma. El director de RocknRolla y Revolver lleva muchos años desaparecido, y no me refiero porque no haya estrenado en los últimos años varios títulos, sino porque su calidad se estaba desvaneciendo entre las catacumbas de productos y encargos innecesarios (un ejemplo de ello lo tenemos, mismamente, con Aladdin el año pasado). Parece ser que con The Gentlemen vuelve a encontrarse a sí mismo, y esperemos que para quedarse.
Con una simple tirada de caña de cerveza, ya Ritchie se pronuncia, diciendo a todo el público: “Eh, aquí estoy”. Y es que lo mejor que le puede suceder a un director es que se le reconozca con apenas ver un frame de metraje. Al igual que Wes Anderson o Tarantino, el cineasta que nos trajo a Sherlock Holmes a la gran pantalla, tiene su sello y estilo propio referencial. Y, si por casualidad, algún espectador asiste a las salas de cine a ver esta película sin saber quién la ha dirigido, sus dudas se disiparán en cuanto se siente en la butaca.
El montaje (como de costumbre en la filmografía de Ritchie) es de una magnitud al alcance de muy pocos. Maneja el ritmo a su antojo, frenando cuando se precisa y acelerando cuando se requiere. Y al igual que juega y alterna el ritmo como desea, también mixtura la violencia y lo irrisorio en los momentos oportunos.
No sólo el montaje es lo destacable de esta enredada y minuciosa obra, sino el fenomenal elenco actoral que nos ponen encima de la mesa. Teniendo a Matthew McConaughey, Charlie Hunnam, Colin Farrell, Hugh Grant y un largo plantel de figurones con muy buena planta (y no me refiero con la que trafican) que dan la talla.… ¿Puede salir algo mal? Obviamente, no. Bueno, sí, pero a lo que la trama se refiere, la cual te envuelve en una serie de infortunios y disparates que conducirán a los protagonistas a la perversión y a la atrocidad. Un servidor querría destacar a Hugh Grant en este largometraje, pues no recuerdo un mejor papel del actor británico (dígase de paso que nos tiene acostumbrados a actuaciones triviales y monótonas). Será la gran sorpresa para muchos.
Esta película no da cabida a la desconexión, pues si pestañeas o te despistas un segundo, te encontrarás más perdido que Karlos Arguiñano en un Burger. Estamos ante un enorme enredo, un gran laberinto en el que constantemente suceden cosas relevantes, y dicho dédalo puede conducir al respetable a la confusión. Pero en este caso, por lo menos para este crítico, que resulte una maraña es todo un acierto, porque te obliga a seguir atentamente los giros de los acontecimientos, consiguiendo con esto entretenerte las casi dos horas que te encontrarás en frente de la pantalla. Eso sí, puede que Ritchie se guste en demasía y con tanta envoltura y embrollo pueda resultar algo pretencioso.
En definitiva, para quien escribe estas líneas, Los Caballeros supone el regreso a la cima de la que no debió bajarse el cineasta nacido en Hatfield, siendo su cinta placentera en su perversión. Aviso a navegantes: no da tiempo al respiro; a la mínima que desconectéis, estaréis en fuera de juego. Pero si estáis atentos, os encontraréis con un enredo ciertamente deleitable. Los fans acérrimos de Guy Ritchie lo gozarán.