El documental de Luciano Nacci es un diario de viaje. Comienza con el ala de un avión que sobrevuela el suelo cubano y se interna en su tierra y sus costumbres. La Cuba que recorre Nacci escapa a los hitos turísticos, a los paisajes conocidos y también a la historia ya escrita. Su vocación consiste en develar esos rostros y presencias que no siempre están a la vista, atender a sus contradicciones, explorar junto a ellos su propia experiencia como visitante.
Es esa primera persona la que define su aproximación a ese mundo, que halla mejor expresión en la atención a las manos de los artesanos cuando tejen el yarey, en la decisión de filmar las esquinas de los bulevares de Cienfuegos o la luz del atardecer sobre los campos de Viñales, antes que en la intervención de las fotografías o las declaraciones de una voz insistente. Quizás el mayor obstáculo para la experiencia del espectador sea esa voz en off, invasiva y algo didáctica, que condiciona la libertad que ofrecen las imágenes.