Intriga internacional
A películas como la de Luis Bernárdez se las llama falsos documentales (o mockumentary), pero de Los corroboradores habría que decir que se trata abiertamente de un thriller: en ningún momento trata de hacerse pasar por verdaderos los hechos, sino que desde el comienzo se usan los recursos del documental para dar forma a una trama que incluye misterios, una investigación periodística y una conspiración centenaria. Los corroboradores es una de esas películas discretas que se apropia del cine para ponerlo patas para arriba y hacerlo jugar. Suzanne, una periodista francesa, viaja a Buenos Aires para encontrarse con una fuente local que promete revelarle la historia secreta de una logia dedicada a replicar París en la capital argentina. El contacto falta a la cita y la protagonista debe seguir por sí sola una serie de pistas desordenadas y reconstruir la trama que rodea a “los corroboradores”, integrantes de la elite rioplatense que a finales del siglo XIX se complotan con la corona francesa para consumar el proyecto de anexar Buenos Aires a ese país. La película alterna entre el registro amenazante del thriller y los testimonios de especialistas que aceptan el juego ante la cámara con total seriedad (salen, entre otros, Rafael Cipollini y Carlos Altamirano, este ultimo visiblemente divertido con la situación). Bernárdez fabula una traición nacional de aires cosmopolitas que tiene como principal teatro de operaciones la influencia del estilo francés en la arquitectura local. Suzanne prosigue en su búsqueda y las develaciones sucesivas incrementan felizmente el delirio de los hallazgos: por ejemplo, muchos edificios de Buenos Aires no serían imitaciones fieles de modelos franceses, sino las construcciones originales que habrían sido trasladadas desde Francia como parte de un oscuro proyecto ejecutado entre el gobierno oligárquico y la monarquía. El tono lúdico de Los corroboradores, sin embargo, no disimula la potencia estética que supone el servirse de los mecanismos documentales del cine para imaginar otras historias (o Historias), para inscribir en la trama de las cosas un pasado de intrigas y planes secretos, para inventar conspiraciones internacionales.