La París del Plata
Una periodista francesa que se niega a mostrar su rostro y se hace llamar Suzanne, comienza su relato en cámara. Cree estar en peligro y necesita dejar registro de su trabajo de investigación desde el fatídico viaje hacia Buenos Aires del que se arrepentiría apenas días más tarde. El detonante de su historia es un misterioso hombre que le escribe desde Argentina, afirmando que no es accidente que varios edificios de Buenos Aires se vean idénticos a otros parisinos: la fuente afirma tener pruebas de la existencia de una Logia secreta que, a principios de siglo veinte, se embarcó en la misión de convertir a la ciudad en una copia de la anhelada París. La periodista viaja a sudamérica para entrevistarlo.
Pero Dressler -su informante- no acude a la cita, y durante los días posteriores solo se comunica con ella por crípticos mensajes que la ponen en la pista de Los Corroboradores, una organización secreta formada por miembros de la élite porteña para moldear la ciudad y la sociedad según los principios europeos que admiraban.
La periodista emprende la búsqueda de datos que le permitan confirmar una historia que bien podría venir de la mente afiebrada de un demente; tras entrevistar a varios expertos en historia y arte, se obsesiona por desentrañar la verdad detrás del mito. Esto da origen a una doble investigación, por un lado para conseguir la información que le fue prometida pero nunca entregada, y en paralelo para descubrir si Dressler está demente o realmente se topó con una conspiración organizada desde lo más alto del poder político.
Buenos Aires no existe
Tomando como partida un hecho innegable como es el gran parecido que existe entre algunos ejemplos de la arquitectura porteña de principios del siglo veinte con varios edificios parisinos, el director Luis Bernardez entrelaza documental y ficción para hacernos dudar dónde termina lo verídico y dónde comienza su imaginación. Como afirma uno de los entrevistados, no hay indicios para confirmar que la transformación que sufrió la ciudad a finales del siglo diecinueve fuera parte de un plan maestro, pero suspendiendo la incredulidad por un instante, tampoco suena completamente absurdo. Además, hace a una mejor historia que la simple tilinguería de un puñado de familias rápidamente enriquecidas y con aspiraciones aristocráticas que no podían sostener.
La primera parte del relato de Los Corroboradores abunda en datos sobre la historia política y artística argentina, algo que puede dejar un poco afuera a la parte del público menos interesada en esas cuestiones. A medida que avanza la película y profundiza en las elucubraciones sobre la supuesta Logia Secreta, se acelera el ritmo y abandona un poco el tono documental hacia algo más cercano al thriller, con un humor bastante sutil que levanta la apuesta cuando parece que ya alcanzó su tope de absurdo, y enigmas de base histórica que bien podrían ser primos lejanos y tercermundistas de los que resuelve Robert Langdon en su saga.
El montaje y la recopilación de material histórico real son casi todo para Los Corroboradores, dos trabajos realizados de forma más que digna y que logran su misión de mezclar lo real con lo ficticio de forma creíble. Todo el resto acompaña: fotografía, actuaciones y propuesta estética no destacan para bien ni para mal, son solo el soporte para lo otro.
Conclusión
Con una propuesta narrativa atípica y una forma amena de contar (que sabe cuándo no debe tomarse tan en serio), Los Corroboradores es una interesante mezcla de géneros que aunque por momentos parece estirada más de lo que necesita, sigue entreteniendo.