Los decentes

Crítica de Martín Miguel Pereira - CineramaPlus+

COMO DIOS LA TRAJO AL MUNDO

Entrevista de trabajo; pasan las candidatas, ninguna mejor que la otra, nada destacable en ellas y, sin embargo, aparece la protagonista y la toman. Con ese hecho azaroso, tan azaroso como la elección de un empleado (la falsa ilusión de la meritocracia) se inicia el filme. Belén es una empleada doméstica “cama adentro”, el paroxismo de la explotación, tan cercano a la esclavitud pero más perversa, pues nos hace creer que hay libre albedrío en el sometimiento. Belén trabaja rodeada de personas que paradójicamente parecen no haber trabajado en su vida, come las sobras, no es dueña ni de su sueño, tiene un pequeño cuartito y goza de una pequeña libertad dentro de los límites del country. También tiene un amorío no consumado con un guardia de seguridad, hasta ahí, todo normal, cada uno dentro de su clase social. Pero algo perturba la tranquilidad del country y conmueve a Belén: lindante con la casa en la que trabaja se extiende un campo nudista.

Como en Parabellum, Valenta Rinner nos muestra el universo de las clases altas pero esta vez de un modo lateral, pues la protagonista no pertenece a él, pero tampoco a ese otro mundo nudista donde se respira libertad y sensualidad. Es una mujer entre dos mundos rompiendo mandatos sociales. Ambos mundos están claramente marcados por el tipo de escenarios, construcciones en uno y naturaleza pura en el otro. No obstante, están retratados con cierta frialdad de la cámara, no acompañando la sensualidad exacerbada del último. Quizás esto demuestre que los universos enemistados son dos caras de una misma moneda.

Con un tableau vivant referenciando a “El nacimiento de Venus” de Botticelli, Belén se desnuda y se incorpora a las filas del grupo nudista quedando como nexo entre ambas realidades, pero este será un viaje de ida. Si el sexo no puede consumarse con el guardia de seguridad, con los nudistas terminará inmersa en una orgía al mejor estilo Los Idiotas.

Un conflicto desatado en la frontera del country dará paso a una radicalización del grupo y de su protagonista que, paradójicamente, pierde protagonismo para la cámara cuando se encuentra con ellos, como si la puesta en escena acompañara la mayor igualdad que se goza en ese lugar casi primitivo. Belén se encuentra, a partir de su desnudez, con una libertad impensada, con la liberación de su libido y también de su potencia vital para, finalmente, rebelarse contra ese mundo de opresión en el que ella vivió hasta ahora.

Por Martín Miguel Pereira
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