RIESGOS QUE VALEN LA PENA
La nueva película de Lukas Valenta Rinner, Los decentes, es una anomalía, que amaga inicialmente con transitar caminos ya habituales en el cine independiente (e incluso mainstream) argentino. Sin embargo, luego va para otro lado, yendo por rumbos tan inesperados como atractivos, que la colocan en una posición distintiva.
Todo empieza (y termina) con Belén (Iride Mockert), una mucama que entra a trabajar en un country, esos lugares tan cerrados en sí mismos que terminan construyendo sociedades apartadas, con reglas y tradiciones propias. Su hallazgo fortuito justo al lado de su lugar de trabajo de una comunidad nudista dispara al relato para el lugar de la comedia, jugando con la incomodidad y lo absurdo. Ese es también el trampolín que utiliza el film -y su protagonista- para ingresar al terreno del descubrimiento y el autodescubrimiento, el placer, el deseo y la experimentación, con una libertad llamativa en su mirada sobre la sexualidad.
Finalmente, hay otro audaz giro que coloca al film en el lugar del disparate, pero de un disparate chocante, que sacude las perspectivas del espectador y que hasta constituye un posicionamiento ideológico bastante radical. En esos minutos finales, Los decentes pisa el acelerador a fondo, dejando de lado todas las reservas posibles y problematizando al extremo los choques culturales y de clase.
Se le podrán cuestionar a Los decentes ciertas remarcaciones innecesarias y un estiramiento de algunos pasajes. Aún así, su narrativa, que no escatima en riesgos, tiene una remarcable potencia -la progresión de los acontecimientos está manejada pausada y sabiamente- y sus logros formales (el trabajo con el encuadre de los cuerpos y espacios, lo mismo que con la banda sonora, es impecable) van de la mano con sus ambiciones. Entre su ópera prima, Parabellum, y este film, Valenta Rinner ya ha construido una mirada propia que vale la pena tener en cuenta.