Una historia de amor y militancia
Basada en episodios reales que vivió una pareja de militantes de las Ligas Agrarias, en plena dictadura militar, la película de Baldana se interna en la espesura del monte chaqueño y resiste a pie firme la tentación de caer en cualquier forma de cliché.
Irmina Kleimer y Remo Vénica fueron parte, en los años 70, de las Ligas Agrarias, movimiento en defensa de los trabajadores del campo que tuvo particular desarrollo en la zona del Litoral y Noreste argentino. Los del suelo transcribe un período específico de la vida de ambos, aquel en que se refugiaron en el monte chaqueño intentando huir de las fuerzas de represión y paramilitares de la última dictadura militar, con una coda en tiempo presente. Sufrida, angustiosa, vivida con el corazón en la boca en una instancia de sobrevivencia sin garantías –la espesura, el aislamiento, la falta de provisiones, el acoso de los grupos de tareas–, la historia de Irmina Kleimer y Remo Vénica terminó resultando más afortunada que la de tantos otros. Con antecedentes en el documental, el realizador y guionista Juan Baldana narra esa encerrona resistiendo a pie firme la tentación de caer en cualquier forma de cliché, aunque el concentrarse en evitarlo parece mantenerlo excesivamente a raya de la tensión narrativa que la historia requería.Los del suelo se inicia en agosto de 1977, con Irmina (María Canale, recordada sobre todo por su papel de hermana mayor en Abrir puertas y ventanas) embarazada y Remo (Lautaro Delgado) a su lado, intentando seguir vivos en medio del monte. Habrá tiros y se verán obligados a separarse, manteniendo de allí en más una comunicación digna de náufragos en tierra, con mensajes en una botella escondida entre el follaje. Intenta darles caza un grupo entre quienes se adivina la presencia de un par de soldados, y que tiene como jefe a un paramilitar mesiánico, de cruz en el cuello y voluntad de decidir sobre la vida y la muerte de sus presas (Juan Palomino) y como segundo a un transpirado nativo de la zona (Luis Ziembrowski). Imposibilitados de dar con quienes buscan, logran hacerlo con la bebé que Irmina y Remo dejaron al cuidado de un asustado matrimonio del lugar (Jorge Román y Mónica Lairana). A quienes de paso torturan, mientras intentan cerrar el círculo sobre un compañero de militancia de los protagonistas (el siempre certero Germán De Silva, protagonista de Las acacias).Con encuadres tan cerrados como la situación, usando en ocasiones alguna abertura como forma de reencuadre y con una notable fotografía en clave baja del talentoso Iván Gierasinchuk, Baldana pone todo el cuidado en no melodramatizar una situación que se prestaba a ello, tanto como en elidir cualquier énfasis, subrayado o caricaturización de los represores. Ese esfuerzo de contención resulta particularmente evidente en las escenas de violencia, que muestran sólo lo necesario, y a veces un poco menos. Todo ello es loable, tanto como el tiempo real en que las escenas tienden a desarrollarse, opción aconsejable cuando lo que se quiere es concentrarse en la situación y los personajes.Contar en tiempo real y plano secuencia suele dar por resultado narraciones secas, fácticas, de dientes apretados. En el caso de Los del suelo son verificables los dos primeros aspectos. No tanto lo que hace al sostenimiento de la tensión. A veces, y este es el caso, por no querer dar golpes bajos terminan dándose menos golpes de lo que la pelea pide. Con lo cual, por cuidarse del exceso se pierde punch.