Infancia clandestina
La película se inspira en la historia de una pareja de militantes chaqueños que durante la última dictadura militar pasaron a la clandestinidad y se escondieron en el monte chaqueño.
En los últimos años, el cine argentino ha empezado a cultivar una sensibilidad propia. Esto es algo positivo, porque recién ahora se puede hablar de un cine que se reconoce en sus planos, en sus movimientos de cámara, en su puesta en escena, en sus actuaciones, en su ritmo. Sin embargo, vale recordar que en materia de cine no alcanza sólo con tener una identidad bien definida.
Los del suelo, dirigida por Juan Baldana, está basada en la odisea que vivieron Irmina Kleiner (María Canale) y Remo Vénica (Lautaro Delgado), una pareja de militantes de las Ligas agrarias del Chaco y miembros del Movimiento Rural de la acción Católica, quienes durante la última dictadura militar pasaron a la clandestinidad y se escondieron en el monte chaqueño, donde llevaban adelante la lucha por un modelo más natural de vida.
La película se centra en esa huida, con fuerte presencia de la naturaleza y una persecución que por momentos gana tensión y suspenso, pero en la que también se ve la imposibilidad de tratar los géneros a los que se arrima con timidez. A su modo, es una película de aventura clandestina, o una especie de western selvático, en el que hay buenos y malos, y en el que estos últimos tienen que cazar a los primeros. Las dos principales cabezas malvadas son la de Juan Palomino, en el papel del jefe que se cree dios y da las órdenes, y la de Luis Ziembrowski, quien interpreta a un militar temible y despiadado.
A Irmina y a Remo se les complica más el asunto cuando ella queda embarazada de Marita, ya que dar a luz en la selva es dificultoso. No obstante, se dan maña para tener a la niña. Pero surge un segundo problema: no la pueden tener con ellos porque si los militares los agarran puede ser peor. Es así que deciden dejar a la beba al cuidado de unos amigos del lugar.
Los del suelo también intenta depositar la fe y las esperanzas en las nuevas generaciones, de ahí la importancia de la hija de Marita cuando esta ya es grande (la película va y viene en el tiempo), que aparece en la casa de campo de su abuela Irmina en imágenes que se intercalan con la narración principal.
Uno de los problemas de la película es que no existe independientemente del contexto al que se refiere, y el cine siempre tiene que trascenderlo, un filme siempre tiene que poder verse independientemente de su contexto. La ingenuidad ideológica y la anécdota sentimental ganan la partida. El cine se evapora en silencios vacuos, que son los peores, los que no dicen nada.