Cuentos de la selva
Remo Vénica e Irmina Kleimer eran militantes de las Ligas Agrarias que entre 1975 y 1979 se ocultaron en la espesura chaqueña para escapar de la represión. Conocidos en Misiones, mientras Vénica daba un curso de capacitación para jóvenes campesinos como delegado del Movimiento Rural de Acción Católica, la pareja tendió una red de contactos durante su clandestinidad, tuvo dos hijos, e Irmina fue herida durante una persecución, pero logró recuperarse y reencontrarse con Remo. El eje de la adaptación de esta historia real es el nacimiento de Marita, la primera hija, a quien los Vénica dan en adopción para resguardarla. Al principio es la hija de Marita, hoy, quien encuentra un diario y manuscritos en una botella y se le revela el pasado de sus abuelos: esa historia se desenvuelve como una cinta ensortijada con enormes huecos narrativos, diálogos absurdos y una caracterización estereotípica de los personajes que pide cambio a los gritos. Curiosamente es el final, donde aparecen los protagonistas históricos y puede verse a Vénica cuidando su quinta orgánica –su nuevo emprendimiento ONG–, lo más bello del film. Quizá pudo haberse ahorrado la dramatización de la historia y mostrar, en cambio, el recuerdo desde un digno presente.