Nicolás Savignone manifiesta que toda la película se realizó en base a improvisaciones en taller de actuación y que el trabajo fue transformándose de teatral en cinematográfico. Pero el resultado no muestra esa transformación.
Las ideas de las tramas episódicas son buenas y evidentemente son la punta argumental para un ejercicio de actuación al que los actores debieron darle un desarrollo con palabras apelando a su propia creatividad, algo que se evidencia cuando en los títulos se nombra como guionistas a todos los integrantes del elenco.
Y así fue como la película quedó como la filmación de un ejercicio de improvisación en un taller de teatro, porque los actores se respaldan sólo en las palabras sin mostrar casi ninguna acción cinematográfica.
Cada episodio tiene buena estética que se empaña por la temblequeante operación de stedy cam cuyo abuso marea al espectador al intentar seguir las expresiones de los actores para reemplazar, con su ir y venir de un rostro a otro, al plano y contraplano.
Las historias quedan abiertas al relato del espectador, que podrá inclinarse por lo cómico o lo misterioso de las tramas, o también por la identificación con alguno de los personajes.
La película Los desechables con su acento puesto más en la estética y el intento de innovación que en contar una historia, quedó muy cercana a la mayoría de los cortometrajes de tesis.