Martina y Micaela, hermanas gemelas de nueve años, viven con sus padres en Quilmes. Sus días consisten en ir a la escuela, hacer la tarea, ir a catequesis, dormir, y –ante todo– en aquellos rituales necesarios para salir al mundo: largos ratos frente al espejo, durante los cuales, además de peinarse, tal vez busquen verificar y destacar sus rasgos distintivos (y, de paso, que el espectador pueda intentar adivinar quién es quién). Sus agendas también incluyen presentaciones en castings para gemelos, los preparativos para la primera comunión y quehaceres domésticos varios, como la preparación de su propia comida, una vez que su madre se ausenta durante el día tras haber abierto una remisería.