Quinto film realizado en Africa por Pablo César, primera coproducción con Angola, Los dioses de agua se estrena este jueves y está inspirada en “Dios del agua”, texto sobre el pueblo Dogon que escribe el antropólogo francés Marcel Griaule. Tiene dos partes bien discriminadas: una cuya historia transcurre en Argentina (Formosa y Buenos Aires) que sirve como presentación de los personajes y de las motivaciones que llevarán a la segunda parte, cuando la pelicula se transforma en algo así como una road movie, en Africa (Angola y Etiopía).
Impulsado por la investigación de los mitos ancestrales de los pueblos Dogon y Tchokwe, un antropólogo argentino viaja a aquel continente en busca de una respuesta: ¿es posible que el origen del hombre esté relacionado con seres anfibios extraterrestres? Algo del espiritualismo de sus films anteriores, el gusto por mitologías y cosmogonías, y un tono generalmente grave para hablar de estos encuentros con “el otro”, Pablo César se abre paso en un territorio que no le es desconocido (Equinoccio (el jardín de las rosas) (1991) la había realizado en coproducción con Túnez, Afrodita (el jardín de los perfumes) (1998), con Malí. Sangre (2003), Hunabkú (2007), Orillas (2010) con Benín) pero por el que avanza, contradictoriamente, con paso de un extranjero que visita por primera vez las ruinas de una civilización desconocida.
Su protagonista tambien camina de forma dubitativa e incierta en los poco probables terrenos que le ofrece el guión: como los encuentros con un joven angoleño que estudia en Buenos Aires la historia de los afrodescendientes y sufre el impacto de un espacio pesadillesco, o la mujer Qôm invitada a participar de una obra de teatro o, lo más inverosímil de todo la súbita aparición de un egiptólogo estudioso de los conocimientos de los pueblos africanos conectado a un tubo de oxigeno tras una enfermedad adquirida en Africa. En la segunda parte, la fotografía del siempre sólido Carlos Ferro y la música de Hyperborei resultan claramente lo mejor, la historia se va metiendo en vericuetos chamánicos y cosmogónicos o encuentros reveladores de verdades ocultas que se guardan para el final el plato fuerte del asunto.
En todo caso, el cine argentino sigue debiendo una buena pelicula de ficción sobre Africa.