En busca de un símbolo de paz
Los Dioses de Agua (2014) narra la odisea del antropólogo Hermes (Juan Palomino) en tierras africanas, en la búsqueda de un mito dogón que explica el origen del ser humano.
Como en su trilogía Equinoccio, el jardín de las rosas (1991), Unicornio, el jardín de las frutas (1996) y Afrodita, el jardín de los perfumes (1998), Pablo César retoma los mitos originarios para armar su film, aunque esta vez y a diferencia de aquellos, se trata de una historia de narración clásica, menos experimental centrando el conflicto en el interior de su protagonista. Las experiencias personales con su pareja, con la obra de teatro que intenta realizar, y con la investigación acerca de los mitos ancestrales, le dan causa y motivo a su búsqueda. Hermes pretende encontrar y encontrar-se a sí mismo en el viaje que inicia.
Pablo César escribe el guión en conjunto con Liliana Nadal, inspirado en la investigación del etnólogo francés Marcel Griaule para explorar los conocimientos ancestrales de las etnias Dogón y Tchokwe. La travesía comienza en Formosa con el estudio de los telares de las comunidades Qôm (donde aparece Charo Bogarin, cantante de Tonolec), para luego trasladarse a terrenos del África, más precisamente a los países de Angola y Etiopía, siendo el quinto film realizado por el director en el continente (el otro es Fuego gris) y la primera co-producción entre Argentina y Angola.
La historia, que cuenta con la actuación especial de Boy Olmi y la presentación de los actores angoleños Onésimo de Carvalho Salvador y Jovania Da Costa, sigue las convenciones narrativas clásicas, buscando la identificación del espectador con el antropólogo que compone Palomino. En él, acontece la transformación de carácter espiritual que desarrolla la trama, para llegar a un final revelador. La película recurre a una estructura policíaca que cruza investigación racional con el mito extraordinario, para exponer lo incomprensible para los cánones de nuestra sociedad. En la indagación de lo enigmático y las consecuencias en su protagonista, sucede la historia.
Para trasmitir el descubrimiento de manera sensorial, el director filma en 35mm (cuando ya nadie lo hace) con lentes anamórficos que emplea la dirección de fotografía de Carlos Ferro. Otro elemento clave en la construcción de climas y atmósferas inexplicables es la banda de sonido compuesta por Hyperborei, grupo cuya música puede definirse como dark folk, con tintes neoclásicos, marciales y étnicos.
A Los Dioses de Agua, la linealidad narrativa de su primera mitad le juega en contra por momentos, cayendo en un ritmo parsimonioso y deteniendo el flujo de los hechos. Pero en la segunda parte filmada en África, comienza el mentado cruce con la sabiduría desconocida para trasladarnos a ese universo fundacional tan habitual en el estilo de su director.