La comedia de la religión
En el año 2013, el Papa Benedicto XVI se convirtió en el primer líder de la Iglesia Católica en renunciar en los últimos 600 años. La decisión de reemplazar al papa alemán por el Papa Francisco se presentó en los medios de comunicación de todo el mundo como una señal de que la Iglesia Católica se alejaba del enfoque estricto y tradicional de Benedicto hacia un futuro más liberal, global y progresista. Los dos Papas (The Two Popes, 2019), basada en una obra de teatro de Anthony McCarten, argumenta que este análisis es demasiado simplista, sugiriendo que los dos hombres no son realmente tan distintos.
Fernando Meirelles pone el foco en el pasado de Francisco, cuando todavía era conocido por su nombre de nacimiento, Jorge Mario Bergoglio. Juan Minujín interpreta al Cardenal Bergoglio durante los flashbacks sobre su juventud en Argentina. Tiene sentido que sea otro actor el que dé vida al Papa Francisco durante esas escenas, ya que por aquel entonces era un hombre completamente diferente al de hoy. Durante su juventud Bergoglio era una figura bastante controvertida, criticada por no proteger al clero de la junta militar, una reputación que aún lo persigue. Por otro lado, Benedicto tan solo aparece representado como un octogenario, y su fracaso a la hora de lidiar con los casos de pedofilia en la Iglesia Católica apenas se menciona en la película, sin llegar a profundizar en el tema.
La mayor parte de la película consiste en una serie de conversaciones imaginadas entre Benedicto y Francisco, con diálogos ingeniosos, ágiles y bien planteados. La ironía de la historia reside en que, cuando se conocen por primera vez, es Francisco el que quiere renunciar. Los dos hombres discuten sobre grandes temas, pero de una forma diseñada para no ofender nadie. Un planteamiento gentil que, por otra parte, puede generar muchas críticas dado el historial reciente de la Iglesia Católica.
La razón principal por la que Los dos Papas funciona tan bien es porque trata un tema difícil de una forma atractiva para el gran público. Se necesita mucha astucia para crear escenas de comedia observacional tan agudas. La comida, la moda y el fútbol se utilizan para presentar ciertos argumentos y resaltar las diferencias culturales entre ambos, como ocurre en la vida real. En ese sentido, la película no evita los temas complejos, pero tan solo se limita a rozarlos. Meirelles logra capturar algo importante en la era de las noticias falsas: el hecho de que cuando se escarba bajo la superficie, la verdad no suele ser blanca o negra.