Humo Blanco
Hay un principado en el mundo donde la corona no se pasa a los herederos. Cuando muere quien lo gobierna, su aristocracia se reúne a elegir quién será el siguiente de ellos en portarla.
Tal evento atrae la atención de todo el mundo cada vez que sucede, con miles de personas reunidas en la plaza principal esperando enterarse de primera mano cuál decisión han tomado.
Así fue en 2005. El Cónclave optó por el candidato más conservador, Joseph Ratzinger, quien se convirtió en Benedicto XVI, imponiéndose sobre el ala un poco más reformista que planteaba modernizar algunas de las tradiciones y dogmas. Entre los derrotados se encontraba el Cardenal Jorge Bergoglio.
Tras algunos años de desacuerdos políticos con la nueva dirigencia, Bergoglio se decidió a abandonar el cargo que detentaba entre la cúpula de la curia, para lo que necesitaba conseguir la aprobación de su rival. Este, aunque no le tiene ninguna simpatía, sabe que tendría que pagar un costo político importante permitiéndole irse tan fácilmente.
Como ya de por sí está en medio de un escándalo de corrupción que salpica a gente muy cercana a él, decide invitarlo a debatir sobre sus diferencias.
Sombras del Pasado
Voy a sacarme de encima lo antes posible un tema ineludible para poder pasar a otros. Sí, el guión de Los Dos Papas parece escrito por un Cardenal, o al menos aprobado por alguno. Con sus diferencias teológicas y políticas, ambos protagonistas son representados bajo una luz bastante favorable que seguramente molestará a quienes esperen una crítica más mordaz y agresiva hacia la institución más poderosa y cuestionada del mundo, después de Disney.
Las críticas existen, pero son mostradas de forma solapada. Se excusa bastante a los personajes, insistiendo con que todo lo que han hecho siempre fue con buenas intenciones, dejándole lugar a mostrarse atormentados por la culpa de no haber podido hacer las cosas mejor.
Hay algunos indicios escondidos para sospechar que el director, Fernando Meirelles (Ciudad de Dios, El jardinero fiel), no cree del todo en la sinceridad de sus personajes. Se permite deslizar algunas burlas sutiles a la pretendida ingenuidad de estos dos expertos políticos, rivales que llegaron a las más altas esferas del poder. La confiabilidad del narrador de esta historia, que es justamente quien viene a serruchar el piso del Papa anterior, queda tan sujeta al juicio personal del público como las posturas dogmáticas enfrentadas que sostienen Los Dos Papas.
Más allá del discurso que plantea y sus posibles interpretaciones, la narración de Los Dos Papas es ágil y sólida hasta en sus momentos más cercanos al documental, un escollo con el que suelen tropezar muchas de las películas que pretenden ficcionar hechos reales, un género con el que el guionista Anthony McCarten(Bohemian Rhapsody, Las horas más oscuras) tiene experiencia.
Los monólogos y debates verbales están dosificados para no agotar, alternando con flashbacks que relatan el camino de Bergoglio hasta ese punto. O simplemente con escenas de la vida cotidiana de dos líderes con estilos antagónicos, claramente destinadas a remarcar la sencillez del nuevo referente por sobre las actitudes anquilosadas y más tradicionales de Benedicto.
La reconstrucción de la Argentina de los 70s está un poco sobreexplicada, pero es algo entendible teniendo en cuenta que se trata de una película apuntada a un mercado internacional que desconoce la historia local.
Los momentos más altos son usualmente cuando comparten pantalla Anthony Hopkins y Jonathan Pryce. Sostienen buena parte de la película con sus intercambios y debates, los cuales van progresivamente alterando la perspectiva que cada uno tiene del otro: porque si bien los personajes en sí mismos no cambian durante los eventos que se narran, sí lo hace el vínculo entre ellos.
Con menos brillo, pero igualmente en un buen nivel, queda el joven Bergoglio que interpreta Juan Minujín; este sale bastante bien parado teniendo en cuenta que no tiene un contrapeso semejante con el que interactuar.
Como es de exigirse en una superproducción de este calibre, no se queda todo ahí. Lejos de ser una simple charla de dos horas a plano y contraplano con algunos recuerdos explicativos en el medio, la imagen tiene un uso narrativo que complementa las acciones. A lo largo de varias décadas recorre numerosos escenarios, desde las bucólicas sierras cordobesas a los lujosos palacios vaticanos, con una impecable realización de fotografía y ambientación que nunca deja duda de lo que está queriendo contar. Todo construyendo una historia de redención para Los Dos Papas, cada cual buscando alivianar el peso de los pecados de los que se les acusa.