A su manera, LOS DUEÑOS funciona como un “cuentito”, si bien uno más cercano a formatos utilizados por el Nuevo Cine Argentino. La película tiene sus claros lazos temáticos con LA CIENAGA, de Lucrecia Martel, al contar los choques de clase en una estancia en Tucumán, en cuyo caserón los empleados viven -sin permiso- mientras los dueños en cuestión no están. Las tensiones aparecerán cuando los dueños vuelvan y los empleados tengan, literalmente, que huir por las ventanas. Más allá de una fachada de amabilidad, hay varios asuntos pendientes entre unos y otros que irán apareciendo y complicándose en el curso del filme.
Esas tensiones también corren dentro de cada clase. Rosario Blefari encarna a una de las dos hermanas dueñas de la casa, que va a Tucumán al casamiento de la otra con un hombre bastante corrupto que maneja el negocio familiar pese a tener muchas disputas con su inminente suegro, el “Padrino” de esta peculiar familia. Hay otras cuestiones “internas” que mejor no adelantar, pero todas ellas van confluyendo para que en la última parte del filme exploten.
El eje principal de la trama tiene que ver con el personaje de Blefari, que en un momento decide dejar todo en Buenos Aires para probar suerte cambiando de vida allí. Chica porteña, de modales un poco secos y en apariencia mucho más a gusto en Palermo Hollywood que en medio del campo, tendrá que aprender a manejarse con las costumbres algo más sinuosas del lugar.
Los Duen¦âos 1En esta suerte de “los de arriba y los de abajo” que narra la película (el punto de vista, en ese sentido, es bastante fluctuante), los trabajadores de la estancia aprovechan los beneficios de quedarse en la casa con distintas actitudes: fastidio, culpa o sin remordimiento alguno. Muebles no usados, dinero endeudado y tensiones sexuales crecientes irán combinándose en distintas formas hasta que todo se vuelva por completo inmanejable.
LOS DUEÑOS tiene una puesta en escena y un desarrollo narrativo bastante más tradicionales que los más elípticos de Martel y compañía. Con el caserón como centro de la acción, la película apuesta por momentos cómicos accesibles, mientras que su estilo actoral bordea un cierto costumbrismo que, por suerte, casi siempre se logra evitar. De hecho, se la podría transformar en una pieza teatral sin demasiado esfuerzo de adaptación, tanto por su locación como por el estilo actoral y desarrollo narrativo.
Además del cuidado trabajo audiovisual y la muy buena dirección de actores, una de las grandes decisiones de la dupla de directores está ligada a la resolución de la historia, evitando los lugares comunes más previsibles en este tipo de subgénero. Es un punto a favor clave para este tipo de película, que podría haber optado por salidas más fáciles…