El amor y la enfermedad
En Los elegidos (2014), Rodolfo Mórtola dirige una historia de amor clásica que pierde un poco de intensidad con el correr de los minutos por un guión que pretende abarcar más de un tema.
Martín y Román son dos hermanos que quedaron huérfanos cuando eran muy pequeños. Una vez adultos deciden abandonar su provincia y dirigirse a Buenos Aires a estudiar canto para convertirse en figuras importantes de la música lírica. Ya instalados en una pensión, conocen a Elena, una cantante que pasa sus días actuando en un bar y el flechazo de los hermanos es instantáneo.
Lo que parece un clásico triángulo amoroso deviene en una historia donde lo sobrenatural ocupa el lugar preponderante de la trama. Martín conoce a un cura que tiene poderes sanadores y pretende transmitirle todos sus conocimientos para que, algún día este tome su lugar. Acá es donde el tiempo de la cinta parece detenerse y su director se pierde en un laberinto que él mismo ha diseñado.
Colaborador de Leonardo Favio en Juan Moreira (1973), Soñar, soñar (1976), Gatica, el mono (1993) y Aniceto (2007) y de Leopoldo Torre Nilsson en La Maffia (1972), Mórtola, de la película, acierta en los papeles protagónicos de Florencia Otero y Pablo Heredia. La actriz con una sólida experiencia en musicales demuestra que en la pantalla grande puede realizar un trabajo estupendo: sólo basta con dos escenas en las que interpreta la misma canción pero de dos formas bien distintas para demostrar que está lista para llevar adelante cualquier protagónico.
La pata floja del trío actoral es Rodrigo Gosende a quien le corresponde interpretar el papel más difícil. Su Román es el que sufre el desamor y ve cómo las adicciones derrumban lo que podría haber sido una carrera deslumbrante. Por otro lado, Pablo Heredia, ex Gran Hermano, realiza un buen trabajo y queda la sensación de que si hubiera intercambiado de rol con Rodrigo Gosende la experiencia hubiese sido más placentera.
Lamentablemente, los tiempos en el cine nacional hicieron que Los elegidos sea estrenada este año y que Mórtola no haya podido ver su segunda película como director en cartel ya que la muerte lo encontró en 2011. Se despidió con un film pretencioso que si bien no es una gran obra, deja un mensaje claro sobre el sacrificio, la religión y sobre todo, el amor.