Es extraño cómo la mirada sobre una película cambia de sociedad en sociedad. Este cuento de una familia suburbana que es poco a poco atacada por una fuerza maligna que se apodera de ellos (sí, ya la vio mil veces) es descripta en los EE.UU. como una “metáfora de cómo la crisis económica destruye la sociedad”. Aquí quizás esa lectura se nos escape (un poco, tampoco tanto) y lo que queda es una bien orquestada sucesión de efectos terroríficos y un film que apunta más a cómo sienten los personajes que a usarlos como maniquíes del susto. El realizador Scott Stewart lleva dos ficciones de terror-ciencia ficción con mucho de religioso (Legión y Priest) y aquí sigue tratando de acercarse a su modelo John Carpenter. En algunas secuencias (el ataque de los pájaros, resuelto con la misma limpieza que en la excelente El conjuro) lo logra. En otras parece buscar su estilo a pura reelaboración de clichés. Si quiere un buen susto, lo va a obtener.